Gracias a una obra que revela cierta ambigüedad e incertidumbre, Brinkmann consiguió hacerse con el Primer Premio de Dibujo en el Salón de Otoño de la Haus der Lunst y la Medalla de Pintura en la Exposición de Arte Contemporáneo.
Influencias europeas
Brinkmann, que colaboró entre 1961 y 1966 con el Movimiento Artístico del Mediterráneo, contactó en Alemania con el movimiento Fluxus tras viajar por ciudades como Colonia, Berlín o Roma y, posteriormente instalarse en Alemania. Por eso, también su obra transmite las influencias recibidas por los movimientos expresionistas centroeuropeos e incluso cierto surrealismo que, poco a poco, ha ido depurándose hacia un lenguaje cada vez más abstracto y exento de barroquismo.
Una puerta entreabierta
En la obra del autor malagueño se suelen distinguir seis etapas: entre 1957 y 1960 se interesa por la construcción de la figura; en su periplo europeo, desde 1960-61 hasta 1966, en la que predomina la neofiguración de raíz expresionista. Posteriormente, de 1966 a 1977, vence la figuración fantástica y se observa un acentuado barroquismo. Entre 1977 y 1991 su obra se hace más compleja pero finaliza avanzando hacia la abstracción. Más tarde, iniciando la década de los noventa, se aproxima a la pintura pura, llegando a la última etapa a partir de 1997 distinguida por el uso de la lona y la malla metálica como soporte de la pintura.
Cada uno de sus cuadros es una puerta entreabierta. Lo que vemos a través de ella, es también entrevisto. Se trata de saber ver y, además, de intuir lo que puede haber más allá de las sombras. Las pinturas de Brinkmann revelan la ambigüedad y la incertidumbre, pero también algo más, desde la situación límite del momento de la creación.
Madrid. Enrique Brinkmann. Mallas y papeles recientes. Galería Joan Gaspar.
Hasta el 30 de abril de 2009.