La exposición incluye más de 80 óleos, algunos de gran formato, completados con fotografías, audiovisuales, obra sobre papel, libros infantiles, carteles y revistas, hasta un total de 250 piezas, entre obras y documentos, para mostrar la figura de Deineka en el doble contexto en el que se le encuadra: el final de la vanguardia y el advenimiento del realismo socialista.
El arte en época de Stalin
Esta muestra abarca desde sus inicios en los movimientos de vanguardia de las primeras décadas del siglo XX hasta la práctica del realismo y la figuración de los años treinta y cuarenta. Sus escenas de masas y fábricas se revelan como formidables metáforas de los ideales que comenzaban ya a convertirse en el motor y la fuerza de una de las potencias que definiría buena parte del siglo XX: la utopía soviética de la total transformación revolucionaria de la realidad social y material por la dialéctica del capital y del trabajo.
El estalinismo, tradicionalmente asociado a los años más oscuros del régimen soviético –lo que sin duda alguna fue– constituye entretanto un periodo histórico relativamente bien conocido en sus aspectos sociales, políticos, económicos e incluso culturales. Ha sido objeto de revisión histórica (y política) prácticamente desde la posterior llegada al poder de Kruschev. Y por supuesto que, además de con los planes quinquenales para revolucionar la agricultura e industrializar el país, la victoria de la URSS en la Segunda Guerra Mundial, la creciente represión ejercida bajo su mando y, en suma, la radicalidad de su pretensión totalitaria, la época de Stalin suele asociarse, en las artes, al llamado ‘realismo socialista’, el método vigente para todos los artistas soviéticos desde 1932.
Vanguardia y realismo socialista
Y, sin embargo, el amplio despliegue historiográfico general sobre la época de Stalin y el estalinismo contrasta con el relativo desconocimiento del arte de ese período, de su valor, del significado de sus fórmulas (“nacional en la forma y socialista en el contenido”) y su función y, más allá, de la relación del realismo socialista con los movimientos de vanguardia que le precedieron o con los otros realismos que, en otros países, se desarrollaron en paralelo a él durante los años treinta del pasado siglo.
El más bien desconocido arte de la época de Stalin, objeto de escasas exposiciones tanto en la antigua Unión Soviética como en Europa o América, resulta con frecuencia clasificado (o expulsado del canon) como un mero ejercicio, poco logrado, de kitsch academicista y monumental, como un arte derivativo y propagandístico, al servicio de la ideología y la educación de las masas. Y, lo que es peor, porque implica un juicio moral negativo: al servicio del mismo poder político totalitario responsable de la liquidación (en algunos casos, en sentido literal) de la vanguardia, a la que el realismo socialista sucedió en la URSS a partir los años veinte y treinta del pasado siglo.
La exposición Aleksandr Deineka (1899-1969). Una vanguardia para el proletariado es una completa retrospectiva –la tercera tras la muestra pionera de 1982 celebrada en Düsseldorf y la más reciente celebrada en Roma– y, con 80 obras del artista, la más amplia dedicada fuera de Rusia a la figura de Deineka. Pero la exposición, por primera vez, pretende presentar a Deineka –y, a través de él, a toda su época– en el doble contexto al que pertenece: el del final de la vanguardia y el del advenimiento del realismo socialista.
Ese es un objetivo para el que resulta difícil encontrar un ejemplo mejor que el que proporcionan tanto la fuerza pictórica de Deineka como la fascinante ambigüedad de su arte y de su figura: formado en los establecimientos de inspiración vanguardista, fue miembro de las últimas agrupaciones de la vanguardia constructivista (como Oktyabr u OST) y también agitador comprometido con la revolución y la construcción socialista del país, lo que no evitó que fuera acusado de formalismo, al mismo tiempo que obtuvo permisos para viajar al extranjero y recibió destacados encargos del Estado soviético, de cuyas utópicas pretensiones consiguió algunas de las figuraciones y representaciones más logradas.
La vanguardia para el proletariado
Esa cierta “ambigüedad” ha sido aprovechada para, mediante una cuidada y amplia selección de obras de artistas de la vanguardia rusa –atendiendo en especial a su desarrollo revolucionario–, de revistas, carteles, libros, documentos y objetos, presentar en esta muestra la peculiar (y desconocida) lógica de las relaciones entre la vanguardia y el realismo socialista, que se entendía a sí mismo, con toda evidencia, como una suerte de vanguardia artístico-política para el proletariado, más radicalmente sincronizada con la construcción política de la utopía soviética que la propia vanguardia artística: por eso, la exposición traza un arco que parte de la primera ópera futurista –La Victoria sobre el Sol de Kruchionij y Malévich, de 1913– y concluye con la muerte de Stalin en 1953, atendiendo a las más diversas manifestaciones de un arte que permeó todas las esferas de la vida y acompañó los intentos de transformar radicalmente la realidad por parte de un poder político que se concebía a sí mismo en demiúrgicos términos artísticos.
Por eso, además de la amplia representación de la obra de Deineka, la muestra incluye obras –algunas de ellas excepcionalmente significativas– de figuras de la vanguardia como Kazimir Malevich, Aleksei Kruchionij, Vladimir Tatlin o El Lissitzky; de Liubov Popova, Aleksandr Rodchenko, Aleksandra Exter, Gustav Kluzis, Valentina Kulagina, Vladimir Mayakovski, Nathan Altman, Mechislav Dobrokovski, Solomon Telingater o Aleksei Gan; o de otros realistas como Kuzma Petrov-Vodkin, Yuri Pimenov, Dimitri Moor o Aleksandr Samojvalov, entre otros.
Toda una trayectoria
La exposición abarca la obra de Deineka desde sus inicios en los años veinte hasta sus crepusculares obras de los años 50, en los que el halo de futuro que parecen poseer algunas de sus composiciones primeras adquiere la dura materialidad del gris presente de la vida cotidiana en el que la utopía pareció haberse solidificado. Combinando muestras de su trabajo como grafista, sus extraordinarios carteles y su colaboración en revistas con sus impresionantes obras de formato monumental, la exposición reúne un amplio conjunto de piezas –escenas de masas entusiastas y de fábricas, de deportistas y agricultores, de la idílica y ensoñada vida soviética– que se revelan –además de como magníficas aventuras pictóricas de gran belleza formal– como formidables metáforas de la utopía soviética de la total transformación revolucionaria de la realidad social y material por la dialéctica del capital y del trabajo.
El total de obras y documentos expuestos, en torno a unos 250, provienen en su mayoría de la Galería Estatal Tretyakov y el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, así como de algunos museos provinciales de Rusia y de una serie de colecciones públicas y privadas de España, Europa y Estados Unidos.
Madrid. Aleksandr Deineka (1899-1969). Una vanguardia para el proletariado. Fundación Juan March [1].
Del 7 de octubre de 2011 al 15 de enero de 2012.