Nacido en Barcelona, la trayectoria de Miró está fuertemente arraigada a Cataluña, pero también a Mallorca, tierra de la que procedían su madre y su mujer y en la que se gestó buena parte de su obra.
La exposición Miró. Poesía y luz presenta desde hoy 140 obras creadas entre 1908 y 1981, pero se centra en la etapa en que el artista residió en Mallorca, entre 1956 y 1983. Un periodo que permite descubrir a un Miró en plena ebullición creativa y cuya obra transpira libertad e independencia.
Miró tenía 63 años cuando llegó a la isla, había recibido la influencia de todas las vanguardias del arte y estaba a punto de emprender un nuevo periodo, en el que la luz, la poesía y la tierra iban a ser determinantes.
Luz, poesía y tierra
Las pinturas, esculturas, dibujos, bocetos para escultura o arte público, dibujos y documentos vinculados a la música o el ballet, obra gráfica, muebles y objetos procedentes de sus estudios, y la maqueta del Taller Sert que se exponen en la sala de exposiciones del Kursaal, que este año celebra su décimo aniversario, dan testimonio de la capacidad creadora de Miró, de sus ansias de saber y de conocer, pero también sitúan ante un artista que busca inspiración en las propuestas de diferentes corrientes del arte.
Miró disfrutó de una larga vida lo que le permitió ser testigo directo de los múltiples movimientos artísticos que se sucedieron en el siglo pasado. No le eran ajenos el cubismo ni el fauvismo; se dejó influir por Van Gogh o Cézanne; mantuvo un estrecho contacto con los surrealistas… Los influjos de las vanguardias están siempre presentes en su obra, pero inexorablemente tamizados por su peculiar estilo, siempre a la búsqueda de un lenguaje propio, con independencia del lugar en el que creara, fuera en sus estancias en Cataluña, Mallorca, París o Estados Unidos. Una búsqueda que le empuja a indagar también en la utilización de nuevas técnicas y materiales. Los tapices, los textiles o la cerámica y, en especial, los grandes murales cerámicos se hacen habituales en su obra.
Gran taller
En la etapa que nos descubre la muestra de San Sebastián, Miró era ya un artista consagrado. Había hecho realidad su sueño de tener un gran taller propio donde crear y experimentar y había visto surgir la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca [1], origen de la obra que ahora se puede admirar en Kubo. Lo que para muchos hubiera supuesto el final de un camino, para Miró se convirtió en un estímulo para continuar indagando en torno a nuevos modos de expresión.
Una enorme fotografía del interior de su estudio mallorquín, obra de Josep Lluís Sert, ocupa una de las paredes de la sala, donde también se proyectará un documental que Soledad Gomis realizó sobre Miró en 1993 para TVE.
Lugares para el recogimiento Joan Miró mantuvo una relación muy estrecha con Mallorca a lo largo de toda su vida. Aunque nació en Barcelona, el 20 de abril de 1983, su madre Dolores Ferrà, al igual que sus abuelos maternos eran mallorquines. Este vínculo familiar hizo que a partir de 1900, cuando Miró apenas contaba 7 años, empezara a pasar parte del verano con su abuela materna, en Mallorca. Durante esas estancias veraniegas, Miró realizó dibujos de paisajes y de edificios emblemáticos, como La Llotja, el castillo de Bellver, los molinos de viento y las marinas. Miró se sentía vinculado a dos lugares, en particular: Montroig, en la provincia de Tarragona, donde sus padres tenían una masía, y Mallorca. Ambos lugares le permitían el recogimiento espiritual, vivir y trabajar inmerso en una naturaleza aún incontaminada. El contacto directo con la tierra, le permitía absorber su energía, como si de un árbol se tratara. Sus lazos con Mallorca se verían reforzados a raíz de su compromiso con una mallorquina, Pilar Juncosa, en el verano de 1929, con la que contrajo matrimonio el 12 de octubre de ese mismo año. En 1940, los bombardeos nazis obligaron a Miró a abandonar París y a buscar refugio en Mallorca. Durante su estancia en la isla, hasta el otoño de 1942, Miró desarrolló un interés por la música y siguió cultivando su interés por la poesía. Además, continuó pintando la serie de las Constelaciones. En 1954, decidió dejar Barcelona y trasladarse a vivir definitivamente a Mallorca: "Este país es maravilloso… Estamos a punto de comprar una casa cerca de Palma en un espléndido terreno. Dividir mi tiempo entre aquí [Mallorca] y París, y de vez en cuando hacer un viaje a Nueva York, sería ideal para el trabajo y la salud". Mallorca no fue en absoluto un lugar de retiro para Miró, un lugar de abandono de su actividad creativa. Al contrario, Mallorca fue un jardín fecundo que cultivó con esmero, por utilizar la metáfora del propio artista que afirmaba: “Yo trabajo como un jardinero”. En su madurez, Miró siguió creando infatigablemente, así lo atestigua la cantidad y calidad de su producción artística y la multitud de proyectos en los que trabajó: Pintura, escultura, proyectos de arte público, obra gráfica, cerámica, murales, vidrieras, tapices, así como decorados y vestuario para teatro. |
San Sebastián. Miró. Poesía y luz. Sala Kubo [2].
Del 21 de julio al 12 de octubre de 2010.
Comisaria: María Luisa Lax.