Se trata de un proyecto en el que no sólo se ha buscado luchar contra los años, sino también contra el espacio. Más de 1.200 piezas –entre textil y complementos– descansarán en salas climatizadas de 150 metros cuadradas en las que mediante sistemas innovadores de almacenaje se ha conseguido optimizar el espacio logrando una capacidad de 500 metros lineales para albergar, guardar y proteger todo el valor cultural que comprenden tantas piezas especiales. El espacio contará también con una pequeña biblioteca donde archivar y clasificar una importante documentación sobre la vida y obra de este celebre creador.

Módulos contra el tiempo

La labor de mantenimiento comienza en el almacén del Museo. En él se ha desarrollado un sistema único de almacenaje de alta densidad equipado con barras colgadoras. «Se trata de unos módulos con una capacidad de 90 piezas cada uno en los que se ha prestado especial importancia a la suspensión y sistema de freno, evitando así que las piezas se vean dañadas por las vibraciones», explica Iñigo Eguren, director de Grupo Eun. Un elemento fundamental para la conservación preventiva debido a los movimientos que las prendas sufren cada vez que es necesario sacar, analizar o prestar a otros museos uno de los casi 100 trajes y vestidos que se guardan en cada bloque.

«Son piezas delicadas a las que se les realizan revisiones periódicas. A pesar de ello, aunque la pieza se encuentre en un estado adecuado, la oxidación natural de los hilos produce que, con un mínimo roce, puedan caerse botones, lentejuelas o pedrería», explican responsables de la restauración de la Fundación Cristóbal Balenciaga. Caídas que suponen en la mayoría de los casos una modificación del patrón original ante la imposibilidad de conocer la ubicación del adorno perdido.

En este sistema también destaca la gran capacidad de los módulos. Sólo de esta manera se consiguen mitigar los roces, permitiendo graduar además la altura de las barras. Así se consigue que los trajes de noche no reposen en el suelo, evitando la presión sobre la tela y los consecuentes pliegues. 

Guardián de los complementos

Balenciaga, arquitecto de la costura, prestó especial interés por los complementos. «Son diseños muy especiales y variados que se deben conservar en espacios amplios y adaptables. Ante esta necesidad hemos desarrollado una solución técnica que consiste en la instalación de cajones extraíbles que cuentan con guías telescópicas para evitar tensiones», detalla Eguren. Más de dos metros para cada compartimento que pueden adaptarse a aquellos complementos que tengan algún elemento con una envergadura superior a la estipulada, como puede ser el caso de los sombreros.

museo_balenciagaUn sistema que servirá de solución también para trajes, especialmente los de noche, cuyos tejidos resisten mal el paso del tiempo. Es el caso de vestidos con bordado sobre tul que no pueden ser colgados en perchas puesto que su propio peso hace que la tela se ceda. «En estos casos hemos tomado una medida de precaución que consiste en mantenerlos extendidos en estos cajones, con un cojín especial en su interior para evitar deformaciones, lo que nos permite por otra parte enseñar estas prendas a los especialistas sin necesidad de sacarlas de su compartimento», explican los expertos de la Fundación.

Porque en estas piezas únicas los materiales cobran protagonismo. «Cuando hablamos de Balenciaga, hablamos de innovación y técnica, de las primeras piezas que se realizaron en plástico o la evolución de los metales». Materiales para cuya conservación se requiere un revestimiento especial en los cajones para evitar que la humedad –del 50%– y la temperatura –de 18ºC– provoquen la oxidación de sombreros o lentejuelas, creando un foco de infección que pudiese deteriorar las colecciones.

La magia de conservar

«Un traje de estas características puede mantenerse durante mucho tiempo en condiciones idóneas». Una afirmación que aúna horas de trabajo para la restauración y conservación de estas piezas.

El Museo Cristóbal Balenciaga cuenta con un elevado número de préstamos de particulares y que el Museo espera que aumenten tras la inauguración del centro. Este proceso impone una particular rutina de trabajo en la que se estudia cada pieza, estableciendo un sistema adecuado a cada caso para su correcto almacenamiento.

Finalmente se crea para cada prenda una percha específica con sus medidas y se introduce en una funda de materiales neutros para evitar el contacto con agentes externos. De esta forma, y gracias a los módulos herméticos utilizados, se evita que la luz, la temperatura, la humedad elevada o el polvo deterioren los materiales.

Balenciaga nació en 1911 en Getaria, donde se ha instalado este espacio museístico y una escuela de alta costura. El museo está exactamente en el Palacio de Berroeta-Aldamar, una villa de veraneo del siglo XIX.

De Grace Kelly a Greta Garbo

Nuevo_Museo__BalenciagaAcompañada por el lehendakari del Gobierno Vasco, Patxi López, la ministra de Cultura, Angeles González-Sinde, y la presidenta del Parlamento Vasco, Anantza Quiroga, la Reina presenció un aurresku de honor y descubrió una placa conmemorativa, antes de que una representación del Orfeón Donostiarra interpretase la canción tradicional vasca Agur Jaunak.

A continuación, junto al presidente de honor de la Fundación Balenciaga, Hubert de Givenchy, Doña Sofía inició una visita a diferentes salas del museo que albergan, por ejemplo, los comienzos del diseñador con piezas como el Balenciaga que se conserva: un traje sastre que hizo en 1912, con sólo 17 años, para su prima Salvadora Egaña. Después, acompañados por la comisaria del museo, Miren Arzalluz, recorrieron la sala de Vestidos de Día, donde están dos piezas que pertenecieron a Grace Kelly; la de Vestidos de Cocktail; la de Vestidos de Noche, donde destacan los pertenecientes a la condesa Mona Bismarck, Bunny Mellon y las actrices Marlene Dietrich y Greta Garbo; la de Vestidos de Novias, y, por último, la denominada “Balenciaga Esencial”.

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