La forma en que se exhiben estas piezas plantea un interesante punto de encuentro entre el pasado y el arte contemporáneo, entre el documento y la instalación. Supone una revisión museográfica del formato expositivo tradicional, propiciando una reflexión sobre los límites de lo artístico y su musealización.
La exposición
El montaje de Larra. XIX cajas –que abrirá mañana sus puertas al público– es un dispositivo escenográfico, que tiene el aspecto de un laberinto abierto. Las tradicionales vitrinas se han sintetizado en una forma plástica y alusiva: diecinueve –XIX– cajas, con diecinueve objetos, seleccionados de entre muchos otros pertenecientes a la donación.
Las cajas se encienden, brillan sólo para el espectador que pasa; remarcan las piezas, que parecen mantenerse, de algún modo, conservadas todavía en una especie de urnas funerarias. Se sugiere así –explicado pormenorizadamente en el catálogo– el poder alusivo de la caja y su relación con Larra: la mítica caja en la que se conservaban sus manuscritos, la caja de las pistolas, la cajita-relicario con su pelo, la famosa caja amarilla donde se leía el epitafio “Mañana”.
Recoger y mezclar
El reto de este proyecto ha sido recoger y mezclar, en igualdad de importancia, algunos de los manuscritos originales más importantes de Fígaro con otros documentos que pueden ser considerados como triviales, creando un rastro de restos, de objetos sin importancia, pequeños detalles que aportan más veracidad al drama de su vida que cientos de artículos periodísticos.
Entre los objetos personales que se muestran en la exposición pueden verse un mechón de pelo, la baraja con la que pasaba su tiempo libre o la ropa que llevaba el día de su suicidio, además de cartas, cuentas y borradores de contratos, apuntes personales, notas, tarjetas de visita, cuadernos, etc. Destacan especialmente los manuscritos autógrafos: traducciones, obras de teatro, críticas y, sobre todo, artículos, indispensables para entender cómo trabajaba y cómo veía el mundo el genial escritor.
Magnífica colección
El Museo Nacional del Romanticismo, de titularidad y gestión estatales, tiene su sede en el Palacio del Marqués de Matallana. Se creó en 1921 al aceptar el Estado la donación por parte del Marqués de la Vega-Inclán de una serie de pinturas, muebles y ajuares procedentes en su inmensa mayoría del siglo XIX.La colección está formada por 7.780 piezas –expuestas y almacenadas– y se caracteriza por su riqueza y heterogeneidad, lo que contribuye a enfatizar su condición de casa-museo y apuesta por la recreación de ambientes.
En su colección destacan grandes piezas como el San Gregorio Magno de Francisco de Goya, la Sátira del Suicidio Romántico de Leonardo Alenza, el retrato de Mariano José de Larra de José Gutiérrez de la Vega, así como la sillería de su Salón de Baile o el piano Pleyel.
Madrid. Larra, XIX cajas. Museo Nacional del Romanticismo [1].
Del 22 de septiembre de 2010 al 23 de enero de 2011.
Comisaria: Begoña Torres González.