Considerado hace 40 años como un material poco moderno y propio de un arte menor, Chillida realizó su primer alabastro en 1965, sin duda volviendo la mirada a lo admirado tres lustros antes (1949-1951) en el Museo del Louvre y que ya se sabía de memoria: las esculturas de arte clásico y cicládico.
Con luz propia
Los alabastros son, quizá, la máxima expresión de la preocupación del artista por la luz y su vibración. Es en este mineral en el que la luminosidad llega a grado extremo, pues luminoso, en su primera acepción, es aquello que despide luz. Así es, de los alabastros de Chillida se ha dicho que tienen «luz propia» o, lo que podría decirse en otras palabras, que la luz es «inherente al volumen».
Por la herencia clásica es esa «luz blanca» frente a la «luz oscura»; la luz de la tradición escultórica milenaria del Mediterráneo frente a la oscura luz del Atlántico, usando las manidas palabras del artista.
Simplificando, podría decirse que los alabastros se dividen en varias series, todas ellas representadas en esta exposición. En la primera, las obras se asemejan a una plancha de grabador con incisiones que, con el paso del tiempo, se irán haciendo cada vez más profundas; la lectura de estas piezas es totalmente frontal, pues funcionan como bajo (sobre todo las primeras de los 60), medio y alto relieve, pues la parte trasera no está pensada para ser mostrada.
Juego de espacios
Un segundo grupo se corresponde a una serie de obras planas (en el sentido de que tienen un lado no visible) de lectura superior y forma abierta, en las que las diaclasas de la piedra producen una vibración sutil que las convierte en obras paradójicas al parecer un temblor en un material que aparentemente parece rotundo.
Por último, un tercer grupo, de aspecto más bien cúbico y más o menos horadado, jugando con la relación del espacio interior y exterior. Un buen número de alabastros tiene en común que en ocasiones presentan zonas sin tocar, como los célebres esclavos de Miguel Ángel, aunque también se incluyen piezas totalmente rematadas.
Para la exposición de las obras en la galería se ha proyectado mantener la sala a oscuras y situar los puntos de luz en las bases de los plintos. Se trata de luz fría regulable en intensidad, de manera que la lectura de las obras se realiza desde el interior de las mismas, creándose además un ambiente de absoluto recogimiento y concentración.
La muestra se ha realizado en colaboración con diversas colecciones particulares y el Museo Chillida Leku.
Madrid. Chillida: alabastros. Galería Cayón.
Del 15 de diciembre de 2010 al 15 de enero de 2011.