Diaghilev (Novgorod, 1872-Venecia, 1929) es una figura clave para entender la evolución de la danza en el siglo XX. A través de su compañía, los Ballets Rusos, y bebiendo de la noción de obra de arte total, apostó por la renovación del lenguaje visual, tanto en la coreografía como en la escenografía, la música y el vestuario. Actuó como catalizador en el contexto cultural europeo de principios del siglo XX y dejó un poderoso legado de música, danza y arte que tuvo repercusión a lo largo de todo el siglo. Las representaciones dramáticas de Diaghilev transformaron la danza y generaron un nuevo interés por el ballet en toda Europa y América.

Cosmopolita y emprendedor

Diaghilev era un hombre cultivado, ávido lector y coleccionista de libros, apasionado por la música y cantante amateur, aficionado al teatro y a la pintura. Desde muy joven se relacionó con artistas, viajó por Europa y alternó las facetas de crítico y escritor con las de editor y organizador de exposiciones. Su experiencia cosmopolita y carácter emprendedor fueron decisivos cuando en 1909 puso en marcha el proyecto de los Ballets Rusos.

En los primeros años del siglo XX había surgido en Rusia una vanguardia artística y musical poco conocida internacionalmente. Diaghilev tuvo la idea de reunir a un grupo de bailarines excepcionales del Ballet Imperial del Teatro Maryinsky de San Petersburgo y presentarlos en París en un espectáculo de gran categoría que ponía en juego la música, la danza, la pintura y la literatura: una obra de arte total que daría a conocer al mundo la vitalidad de la Rusia moderna.

A lo largo de 20 años, los Ballets Rusos presentaron en Europa y América unos 50 ballets de diferentes estilos que contaron con la actuación de los mejores bailarines europeos, las partituras de los compositores más destacados y la colaboración de los artistas más importantes del momento. Diaghilev ponía en contacto a artistas de diferentes géneros en unos montajes que han pasado a la historia, como El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, o Parade, de Eric Satie, con escenografía de Picasso.

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Expresar historia y emociones

Su éxito es resultado de haber apostado por la renovación del lenguaje visual, tanto en la coreografía como en la escenografía, y del lenguaje musical. El rasgo esencial consistió en reducir la danza al nivel del cuerpo humano para expresar historias y emociones, lo que explica el desarrollo del virtuosismo de sus bailarines.

Artistas visuales de vanguardia de la talla de Matisse, Picasso, Braque, Derain, Goncharova, Laurencien o Chanel participaron en el diseño de vestuarios y escenografías; músicos renovadores como Ravel, Satie, Falla, Stravinsky, Prokofiev, Rimsky-Korsakov; bailarines del renombre de Fokine, Nijinsky, Pavlova, Karsavina o Massine, y escritores como Jean Cocteau trabajaron conjuntamente, animados por Diaghilev.

Así, Los Ballets Rusos de Diaghilev transmite el espíritu que impregnó a la compañía y lo hace a partir de la colección excepcional del Victoria and Albert Museum, que conserva gran parte de sus vestuarios –muchos de ellos adquiridos en subastas de Sotheby’s entre 1967 y 1973–, los decorados de seis ballets de Diaghilev y extensas colecciones de diseños, dibujos, grabados, objetos varios y archivos. Se trata de un legado de excepcional importancia que permite reconstruir el clima de una época de gran efervescencia artística, entre 1909 y 1929.

Filmación única

serge-diaghilevAunque algunos de los bailarines actuaron en películas, Diaghilev impidió expresamente que se filmara a los Ballets, incluyendo cláusulas en este sentido en los contratos que firmaba. Diaghilev creía que las películas, al ser en blanco y negro y sin sonido, no podrían captar la magia colorista y participativa de sus producciones. Sin embargo, la exposición que ahora se presenta en CaixaForum Madrid mostrará por primera vez la única filmación existente hasta ahora, rodada clandestinamente y descubierta recientemente, que documenta 60 segundos en una actuación en Suiza en 1911 (Ballets Russes. XV Fête des Narcisses (Montreux, Suiza, 1911), 60″ British Pathé).

El sorprendente montaje creado para la ocasión conduce a los visitantes detrás de la escenografía de sus producciones para que descubran la inspiración, la coreografía, la música y la creación de los escenarios. Pablo Picasso se convirtió en miembro integrante de los Ballets Rusos durante la Primera Guerra Mundial. Una reproducción del enorme telón que creó Alexander Shervashidze para Le train bleu según un diseño del pintor y un traje que diseñó para Parade están presentes en la muestra.

Segunda escala

La exposición, que recala en Madrid tras su paso por Barcelona, detalla también de qué forma los Ballets lograron sobrevivir durante la Gran Guerra, separados de sus raíces en Rusia y con poco acceso a las ciudades donde habían actuado antes de 1914, y finaliza explicando la década de 1920 –un período en el que Diaghilev ya había alcanzado un gran estatus en la cultura europea–. Se incluye una amplia selección de vestuario de todo tipo: exótico (creados por Léon Bakst para la La bella durmiente y Henri Matisse para Le chant du rossignol), alocados (de Mijail Larionov para Chout y de Giorgio de Chirico para Le Bal) o elegante (los bañadores diseñados por Coco Chanel para Le train bleu, el vestuario de Georges Braque para Zephyr and Flore y el de Marie Laurencin para Les Biches).

Esta exposición ha sido organizada por el Victoria and Albert Museum de Londres –donde pudo verse el pasado año, antes de ser exhibida más recientemente en el Musée National des Beaux-Arts du Québec– y producida por la Fundación «la Caixa».

Diaghilev, sus ballets y España

cartel-para-petrouchka-en-el-gran-teatre-del-liceu-1917-cortesia-de-mae-museo-de-les-artes-escenicas-barcelona-la-reproUna parte muy importante de la historia de los Ballets Rusos se desarrolló en ciudades como Barcelona, Madrid y San Sebastián, donde tuvieron una extraordinaria acogida y donde la compañía encontró refugio durante los años de la Primera Guerra Mundial. España desempeñó un papel destacado en la supervivencia y el desarrollo de los Ballets Rusos. El establecimiento de colaboraciones con creadores españoles dio lugar a la presencia española en el contexto artístico internacional más intenso en el primer cuarto de siglo.

Entre 1916 y 1918, cuando gran parte de Europa cerró las puertas a los Ballets, España fue un estimulante refugio tanto para los bailarines como para el resto de colaboradores artísticos. Cuando se restableció la paz, la relación con España se mantuvo gracias al apoyo del rey Alfonso XIII, gran admirador de la compañía. En los años veinte, tras largas temporadas en Montecarlo, Barcelona fue a menudo el primer puerto de anclaje de la compañía para sus giras de primavera.

Es por ello que CaixaForum ha preparado un nuevo ámbito que ofrece el testimonio de su relación con España, su impacto y la colaboración con músicos y artistas españoles, como Manuel de Falla, Issac Albéniz, Juan Gris, Joan Miró, Pere Pruna, Josep M. Sert o Joaquín Turina.

Este ámbito incluye numerosos objetos que documentan la presencia de la compañía en España, como carteles, programas de mano, facturas, correspondencia, etc. Asimismo, la Obra Social «la Caixa» ha producido un audiovisual que explica la historia de los Ballets Rusos desde su llegada a Cádiz, donde fueron recibidos por Falla. Por otro lado, el catálogo editado para la ocasión incluye un capítulo a cargo de la especialista Ester Vendrell profundizando en esta duradera relación.

   

Madrid. Los Ballets Rusos de Diaghilev, 1909-1929. Cuando el arte baila con la música. CaixForum.

Del 17 de febrero al 3 de junio de 2012.

Comisarios: Geoffrey Marsh y Jane Pritchard, responsable y conservadora del Departamento de Teatro y Danza del Victoria and Albert Museum (V&A), respectivamente.