Miró ha destacado la importancia de la muestra como «una de las más excepcionales de la temporada y una de las más interesantes y bellas de las que han sido vistas en Valencia y posiblemente en nuestro país en los últimos años».
Tender puentes
Retratos de la Belle Époque realiza un repaso por la historia del arte de finales del XIX y principios del XX a través del retrato, un género pictórico que, además de ser uno de los más relevantes de la época, ofrece claves iconográficas y psicológicas que permiten a los visitantes tender puentes entre la historia de la pintura y la historia cultural y social de la Europa de Entresiglos.
El período que transcurre entre la Guerra Franco-prusiana y la Primera Guerra Mundial se caracteriza por un crecimiento económico sostenido y una significativa agitación política que produjo grandes cambios sociales. El retrato, con una notable demanda comercial, es el género pictórico más representativo de la época. Ilustra el nuevo individualismo del hombre moderno y su interés por la imagen que proyecta en su entorno social.
Desde el punto de vista de la historia del arte es un género que permite explicar los cambios que se producen tanto en las convenciones estilísticas como en las relaciones entre el artista y su público o mercado. Estos cambios dieron lugar a la figura del artista moderno.
A través de tres generaciones de pintores, la exposición aborda distintos aspectos del retrato para reflejar el tránsito desde un estado de ánimo inicial, triunfal y confiado, propio de los primeros años, hasta la aguda inquietud crítica de los retratos expresionistas de los años finales, que cierran el recorrido de la muestra.
30 museos, 11 países, 78 obras
La muestra destaca tanto por las obras como por los artistas representados. Alrededor de 30 museos e instituciones de 11 países diferentes han prestado obras para la muestra. Además, se exhiben piezas de colecciones particulares de Madrid, Barcelona, Londres, Nueva York y Noruega.
Retratos de la Belle Époque reúne 78 obras, en su mayoría nunca expuestas en Valencia (algunas de ellas nunca vistas antes en España), de 42 artistas. En la generación de los precursores, los nacidos en la década de 1830 a 1840, se encuentran Whistler y Boldini; la generación intermedia –la más ampliamente representada–, constituida por artistas nacidos en la década de 1850 a 1860, encontramos a Sargent, Sorolla, Zorn, Munch, Repin, Serov, Vrubel y Toulouse-Lautrec; la de los artistas nacidos entre 1870 y 1880, están Vuillard, Kokoschka, Schiele y Kirchner.
Esta exposición es fruto del convenio de colaboración suscrito entre el Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana y la Obra Social «la Caixa», firmado en septiembre de 2010 para la producción conjunta de esta muestra. Se trata de la primera vez que estas dos instituciones aúnan esfuerzos en la coproducción de una exposición al 50%.
Nueva secciones, tres generaciones de pintores
1. Autorretratos. El autorretrato testimonia la importancia de la conciencia subjetiva –raíz del artista moderno– y la voluntad de reafirmar la propia imagen frente al mundo circundante. 2. Retratos de sociedad. La principal fuente de encargos para los pintores era el llamado retrato de sociedad. Estos cuadros, que formalmente se apoyan en el precedente de los “retratos de aparato” de los siglos XVII y XVIII, tenían la finalidad de representar la posición social de los retratados. 3. Temperamento y carácter. Un rasgo característico de la época es el empeño en penetrar en lo esencial de la personalidad del retratado, en mostrar un retrato que reflejara ciertos aspectos de su carácter, como la confianza, la jovialidad, la mundanidad, la sensibilidad o la respetabilidad. 4. Retratos de grupo. Al amparo del naturalismo dominante de la época, pintores y retratados tratan de emular en ocasiones el paradigma del retrato de grupo del siglo XVII, cultivado por pintores como Velázquez o Rembrandt. 5. Ambientes y conversaciones. Como sucede en la literatura, al profundizar en el carácter o personalidad del retratado, la pura descripción física resulta insuficiente. El contexto, la atmósfera del momento en que se pinta aporta una lectura más profunda, que da sentido al retrato y permite vislumbrar el espíritu mismo del retratado. 6. Toulouse-Lautrec centró su interés en captar pictóricamente los gestos y expresiones de los personajes de su tiempo en las noches parisinas que retrataba con afán testimonial, a la manera de la novela naturalista. 7. Retratos al aire libre. Además de reflejar los nuevos estilos de vida, el retrato al aire libre concilia el género con una de las exigencias fundamentales del naturalismo: el apunte del natural que pone en valor la espontaneidad y la inmediatez en la representación del instante en el que se capta al sujeto. 8. El retrato como símbolo. El interés por penetrar en la psicología del retratado o por trazar una evocación atmosférica del sujeto encuentra su prolongación natural en el simbolismo. Frente al positivismo de la representación naturalista, la espiritualidad, la fantasía y el onirismo ofrecían nuevas fórmulas para reflejar en el retrato las inquietudes del espíritu humano. 9. La crisis. En los años previos a la guerra, la amargura y el desánimo, unidos a una visión trágica de la vida, derivaron hacia temáticas de miseria y soledad. En su reacción contra el decadente espíritu positivo, el expresionismo plantea la distorsión emocional –incluso irracional– de la realidad para reivindicar la libertad subjetiva del artista. |
Valencia. Retratos de la Belle Époque. Centro del Carmen [1].
Del 5 de abril al 26 de junio de 2011.
Comisario: Tomás y Boye Llorens.
Tras su paso por Valencia podrá verse en CaixaForum Barcelona del 19 de julio al 25 de septiembre de 2011.