El monumento, inspirado en la Columna de Brancusi de la ciudad de Targu Jiu (Rumanía), es un homenaje al tercer centenario de la caja madrileña, así como la primera obra de Calatrava en la capital. En concreto, el obelisco mide 93 metros de altura y dos metros de diámetro, y está construido con acero de espesores variables desde 80 milímetros en la base hasta 25 milímetros en su cima.

230 toneladas

Además, su cubierta consta de 504 láminas de bronce de 7,70 metros cada una, rematadas en color dorado con las que se emula un movimiento helicoidal ascendente gracias a un centenar de pequeños motores que mueven las planchas de manera basculante y radial con una diferencia de milisegundos para que dé la sensación de torre sin fin.

El conjunto, que pesa 230 toneladas, está iluminado desde la base con cuatro cañones de luz tangenciales a la estructura del monumento y un cañón de 1.000 vatios en la parte superior.

Su diseñador, el ingeniero-arquitecto Santiago Calatrava, ha señalado que lo más complicado del proyecto ha sido «coger la escala de esta plaza enorme que con su esbelta columna quiere convertirse en un monumento significativo de la capital».