Con este último montaje del año se pone fin a 12 meses de celebraciones, ya que la figura del propio barón Thyssen -uno de los más tempranos admiradores del pintor inglés- es el eje sobre el que se articula la relación entre dos grandes artistas: Lucian Freud y Jean-Antoine Watteau.
En esta ocasión, la instalación incluye además dos obras invitadas: Retrato del barón H.H.Thyssen-Bornemisza (Hombre en una silla) (1985) y Dibujo de Gran interior W11 (según Watteau) (1983), préstamos de colecciones privadas. Acompañarán en la sala mirador de la primera planta a otros dos cuadros de Freud y uno de Watteau pertenecientes al Museo: Retrato del barón H.H.Thyssen-Bornemisza, (1981-1982), Reflejo dorado con dos niños (Autorretrato) (1965) y Pierrot contento (c. 1712). Un fragmento de este último, adquirido por el barón en 1977, sirvió de fondo al primer retrato que le hizo el pintor inglés entre 1981 y 1982; Freud tenía colgada en su estudio una reproducción de esta pequeña joya. Pintado por Jean-Antoine Watteau en torno a 1712, Pierrot contento representa a un grupo de personajes de la Commedia dell’arte en medio de un frondoso jardín; Pierrot, ataviado con su característico traje blanco y situado en el centro de la composición, está rodeado, entre otros personajes, por Mezzetin y Colombine, que toca la mandolina.
En el lugar del Pierrot
En su retrato, Heinrich Thyssen está colocado en el lugar del Pierrot de Watteau, incluso da la impresión de que adopta su misma postura y expresión. Como es habitual, Freud sitúa al modelo muy cerca de su ángulo de visión, con una proximidad física que le permite apreciar los más mínimos detalles. A través de su mirada, el artista consigue hacer un profundo examen de la individualidad del personaje y logra una carga psicológica comparable a los retratos de Rembrandt o de Goya.
Entre 1983 y 1985, Freud realizó el segundo Retrato del barón H.H.Thyssen-Bornemisza (Hombre en una silla), que pertenece a las Colecciones Thyssen-Bornemisza. Su figura aparece aquí de cuerpo entero, situada en un rincón del estudio del pintor, con paredes descoloridas y tarima de madera al desnudo.
El taller del artista
Como en todos sus retratos, el pintor inglés prescinde de los escenarios domésticos -tan característicos de la modernidad- y recupera el taller del artista como espacio para el arte. En la imagen todo parece hablarnos de un personaje poderoso, un magnate influyente cuya presencia se impone e impresiona; al mismo tiempo, cierto distanciamiento y melancolía en su figura hace vislumbrar, al igual que en el primer retrato, una alusión al nostálgico Pierrot del cuadro de Watteau.
Pierrot alegre impresionó de forma tan especial a Freud que decidió pintar una obra glosando el pequeño cuadro de Watteau: Gran interior W11 (según Watteau) (1981-1983). En el centro de la composición, como Pierrot, su hijo Kai; en el papel de Colombine, su hija Bella tocando la mandolina; y, a los lados, amigos y familiares completando la escena.
Modernidad incuestionable
Una vez terminada esta obra, y todavía bajo la influencia mágica que ejercía en él el watteau, realizó varias obras sobre papel, en carbón, tiza y pastel, de las que se presenta aquí una versión de 1983 procedente de una colección privada.
Lucian Freud transformó un tema teatral sobre los sentimientos humanos, propio de la Commedia dell’arte, en una interpretación de su propia vida privada, y convirtió la fantasía de Watteau en un tema de modernidad incuestionable.
Madrid. <miradas cruzadas> 4: Freud / Watteau. Museo Thyssen-Bornemisza.
Del 20 de noviembre de 2012 al 17 de febrero de 2013.
Comisaria: Paloma Alarcó.
Acceso gratuito.