El Metropolitan Museum [1] de Nueva York inaugura hoy martes, 4 de diciembre, una muestra titulada Matisse. In search of true painting (Matisse. En busca de la pintura verdadera), que permite conocer a través de 49 obras esta particular progresión que experimentó este artista, para quien el proceso de creación no fue solo un medio sino una forma de crecimiento que puede verse reflejada en cada lienzo.
Alumno de maestros
Estudioso incesante de otros estilos, Matisse destacó también por su interés hacia artistas como Paul Cézanne y Paul Signac, tomando de ambos algunos elementos estilísticos que incorporó en sus propias obras. Entre las obras que se exhiben en la muestra se podrá apreciar también cómo Matisse copió a autores antiguos y grandes maestros como parte de su aprendizaje académico, teniendo en cuenta que el artista era un gran admirador de muchas de las obras expuestas en el Museo del Louvre.
Pintura, escultura, arte gráfico y collage son algunas de las disciplinas que dominó. Tras licenciarse en Derecho en París, trabajó como abogado en un bufete, actividad que abandonó en 1889 para estudiar arte con el pintor Bouguereau en la Académie Julian. Desde 1893 se formó junto al pintor simbolista Gustave Moreau en la École des Beaux-Arts, para pasar a ser miembro de su taller en 1895. Sus primeras obras dejan entrever, además de la influencia de Moreau y de los maestros que había copiado en el Louvre, una cierta cercanía con el impresionismo.
Lenguaje salvaje
Sin embargo, con el cambio de siglo, mientras trabajaba en el taller de Carrière, entró en contacto con André Derain y, a través de él, con Maurice Vlaminck. Su lenguaje evolucionó, influido por pintores postimpresionistas, como Paul Signac, Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent van Gogh, hacia una nueva expresión subjetiva de la realidad basada en una concepción del color, liberado de cualquier tipo de función descriptiva.
Los tres expusieron en el Salon d’Automne de 1905, donde el crítico Louis Vauxcelles les denominó fauves (salvajes), nombre con el que a partir de entonces se conocería al grupo. La utilización del color muy contrastado y la influencia de la escultura africana son característicos de estos años.
Serena sensualidad
A partir de la década de 1920 se impone en su obra una serena sensualidad y una mirada a la tradición en la que lo ornamental va cobrando una mayor presencia. Su credo artístico, que se diversificó en las múltiples técnicas como escultura, litografía, cerámica o pintura, fue resumido en su escrito Notes d’un peintre, de 1908.
La fama de Matisse fue creciendo desde finales de la primera década del siglo, así como el interés de coleccionistas y marchantes, entre los que hay que destacar a los hermanos Leo y Gertrude Stein, así como a los rusos Morosov y Shchukin, para quien realizó entre 1909 y 1910 los paneles de La Danza y La Música (San Petersburgo, Museo del Ermitage).
Desde los años veinte vivió entre París y Niza, y a partir de 1943 en Saint-Paul de Vence, en donde realizó la decoración de la capilla del Rosario (1948-1951), una de sus obras de encargo más importantes. Una grave enfermedad lo dejó prácticamente paralítico en 1941, lo que no interrumpió su actividad, sino que lo llevó a intensificar sus trabajos en papel, especialmente los papiers decoupés, que destacan por la modernidad de sus esquemas caligráficos y la pureza del color. En 1952 se inauguró el Museo Matisse en su pueblo natal, Le Cateau-Cambrési.
Nueva York. Matisse. En busca de la pintura verdadera. Metropolitan Museum [2].
Del 4 de diciembre de 2012 al 17 de marzo de 2013.