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Matta y su ‘obra de arte total’, en el Thyssen-Bornemisza

Matta es una de las figuras más significativas del arte del siglo XX por su relevancia como miembro del grupo surrealista, su enorme influencia en el desarrollo del expresionismo abstracto estadounidense y, sobre todo, por ser un artista completo, visionario y precursor de las relaciones del arte, la ciencia y la naturaleza y del papel primordial del arte en el desarrollo integral del ser humano.

El montaje reproduce exactamente el modo en que el artista lo presentó por primera vez en la Galerie Alexandre Iolas de París en 1966. Junto a ellas se expone también otra pintura de Matta de la colección permanente: Sin título, 1942-1943. Un gran lienzo de fondo, Grandes expectativas; dos en los laterales, El proscrito deslumbrante y El dónde en marea alta; y otros dos colgados del techo, Donde mora la locura A y Donde mora la locura B; dan lugar a lo que Matta denominó “cubo abierto”.

Universo pictórico

En resumen, un montaje espectacular con el que el artista pretendía sumergir al público en su universo pictórico, cargado de referencias literarias, espirituales y artísticas. En lugar de situar al espectador frente a la obra de arte como ante una ventana, Matta lo introduce en ella, colocándolo en el centro del cubo como si fuera una de sus seis caras y haciendo, en definitiva, que se sienta poseído por el cuadro.

Matta siempre tuvo a lo largo de su vida un gran interés por el estudio de las dimensiones y su representación, de tal manera que la investigación espacial fue una de las preocupaciones centrales de su pensamiento artístico. Por ello, el “cubo abierto” es para Matta la obra de arte total, que rodea al espectador y lo convierte en su protagonista.

matta_Sin_titulo_1942_1943

Una vida muy intensa

Roberto Matta cursó estudios en la Escuela de Arquitectura de Santiago de Chile y en 1933, concluida su formación universitaria, viajó a Europa, conoció a Le Corbusier y durante algunos años trabajó en su estudio. En 1935 residió durante algún tiempo en Madrid, donde gracias a su familia entró en contacto con el mundo cultural y artístico, del que guardó siempre el recuerdo del enorme impacto que le causó Federico García Lorca.

Trabajó, asimismo, en el Pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de 1936 en París. Allí conoció a artistas como Picasso –que estaba pintando el Guernica–, Miró, Magritte o Calder. 
Por medio de Dalí y gracias a la recomendación que le había dado García Lorca, conoció a André Breton, quien lo invitó a formar parte del movimiento surrealista en 1937, publicando en la revista Minotaure y participando en la famosa Exposición Internacional del Surrealismo de 1938. Durante este período conoció a prominentes artistas contemporáneos, entre los que ocupó un lugar privilegiado Marcel Duchamp, al convertirse en una decisiva influencia en su obra y en una amistad que se prolongaría a lo largo de los años.

En 1939 se trasladó a Nueva York, donde sus obras, pobladas de formas biomórficas unidas a su deslumbrante personalidad y a las innovadoras ideas y técnicas de su estilo, le convirtieron en el centro de atención de los pintores de la New York School, como Robert Motherwell, Jackson Pollock, William Baziotes y Arshile Gorky, entre otros, siendo decisiva su influencia en el desarrollo del expresionismo abstracto americano y su papel de puente entre las ideas artísticas europeas y el nuevo arte americano.

Regreso a Europa

En 1948, después de romper con los surrealistas, regresó a Europa y se instaló en Roma. A partir de entonces y hasta su muerte, viajó mucho y vivió entre Tarquinia (Viterbo), a 72 km de Roma, París y Londres.

En 1957, el MoMA de Nueva York realizó una retrospectiva de su obra, que también fue mostrada en Minneapolis y Boston. A lo largo de su vida realizó exposiciones como la que en 1985 tuvo lugar en el Musée National d’Art moderne-Centre Georges Pompidou, de París, y su obra está representada en las colecciones de los museos más prestigiosos de todo el mundo.

Matta continuó trabajando intensamente hasta el final de su vida, dejando un legado que abarca las más diversas disciplinas artísticas: pintura, dibujo, arquitectura o poesía; y que escapa a las categorías habituales, tratando de implicar por completo al espectador en un universo propio en el que aparecen el espacio y el tiempo, la comunicación, la revolución cósmica y la vida de los hombres sobre la tierra; sin olvidar la naturaleza poética, la transformación del inconsciente y del deseo de sus obras más tempranas.
 Falleció en su residencia de Tarquinia en noviembre de 2002.

Madrid. Matta: El cubo abierto. Museo Thyssen-Bornemisza.

Del 9 de septiembre al 23 de octubre de 2011.

Comisaria: Marta Ruíz del Árbol.

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