Este nuevo centro acogerá el Museo del Cine, el Centro de Fotografía y la Imagen y una exposición permanente de piezas de arte visual -fotografía, cine, vídeo, televisión y nuevas tecnologías- producidas en España y de relevancia internacional.
Una comisión de expertos se reunió ayer durante cuatro horas para elegir la mejor opción de entre las tres propuestas que concurrían: además del ganador, la del estudio Joan Rodon Arquitectes Associats y una UTE formada por Semer Ingeniería y Sistemas y Jacob + Macfarlane.
El pasado mes de noviembre Cultura aprobó y anunció a los medios de comunicación la concesión del proyecto a Nieto y Sobejano, pero ya entonces el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE) impugnó la adjudicación del proyecto de rehabilitación por no haberse respetado «las mínimas exigencias de transparencia y equidad».
Espacio de referencia
El impresionante edificio, antigua fábrica de Tabacelera, está ubicado en la calle de Embajadores 53, cuenta con una superficie construida de 28.500 metros cuadrados, repartidos en tres plantas, de los que se destinarán 7.000 metros cuadrados a salas de exposiciones, 700 a la biblioteca, 500 a un auditorio, y el resto se repartirá entre otros espacios públicos, como salas de exposiciones y conferencias, estudios para artistas, almacenes visitables, cafetería, etc.
Este nuevo centro, muy próximo al Museo Nacional del Prado, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Thyssen-Bornemisza y la Casa Encendida, se ha planteado como un espacio de referencia para la creación artística, la investigación, la divulgación y la interpretación crítica de las artes visuales.
Su funcionamiento y gestión dependerá de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Cultura y contará con la colaboración del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, del Centro de la Fotografía y la Imagen y del Instituto de Creación.
Edificio histórico
Terminado en 1790, el proyecto de este edificio corrió a cargo de Manuel de la Ballina y responde a un modelo propio de las instalaciones manufactureras del siglo XVIII, con un interior jerárquico y funcional que facilitaba la elaboración de los diversos productos monopolizados por el Estado: licores, barajas de juego, papel sellado, etc.
Propiedad del Ministerio de Cultura, hoy este inmueble continúa casi intacto. Su estructura, paralelogramo rectangular de 117 metros de largo por 66 de ancho, se distribuye en torno a tres patios a los que desembocan las tres grandes puertas de acceso de su fachada principal.