La muestra, uno de los proyectos culturales más importantes del Xacobeo 2010, recorre diez siglos de creación artística en un inédito diálogo entre las colecciones de la basílica compostelana y la Fundación Caixa Galicia, confrontando a los grandes artistas contemporáneos de los siglos XX y XXI con obras milenarias del Maestro Mateo u otros artistas medievales.
Ambicioso montaje
El ambicioso montaje propuesto por los comisarios permite a los visitantes disfrutar, por primera vez fuera de la basílica, de algunas de las obras maestras de legado artístico jacobeo custodiado en el Museo de la Catedral, enfrentadas a una selección de las piezas más destacadas de la colección de arte moderno.
Así, trabajos escultóricos del Maestro Mateo o fustes de la antigua fachada norte de la catedral, ambos del siglo XII, compartirán espacio con obras de autores como Dalí, Picasso o Chillida, en una selección que incluye también el trabajo de autores gallegos como Francisco Leiro, Manolo Paz, Castelao, Lugrís, Asorey o Maside, entre otros.
En total, en la sede de la Fundación Caixa Galicia se han reunido 58 piezas en multitud de soportes y formatos, en una cita histórica para el arte gallego en la que, también por primera vez, el público podrá ver algunas de las obras del Museo de la Catedral recuperadas para el acervo patrimonial gallego después de laboriosos procesos de restauración.
Esta exposición ha sido posible gracias a la colaboración entre el Museo de la Catedral, el Concello de Santiago de Compostela, el Xacobeo 2010 y la Fundación Caixa Galicia.
Santiago de Compostela. Santiago, punto de encuentro. Obras maestras de la Catedral y Caixa Galicia. Fundación Caixa Galicia Santiago [1].
Hasta el 7 noviembre de 2010.
Comisarios: Juan Monterroso, Enrique Fernández Castiñeiras y Ramón Yzquierdo.
Detalles del montaje Enrique Fernández Castiñeiras y Ramón Yzquierdo, por parte del Museo de la Catedral, proponen un recorrido en diez capítulos que ocupan todo el espacio expositivo. I. TOMANDO POSICIONES Una cita de Foucault preside el primer apartado de la exposición, en el que coinciden obras de Picasso y Chillida junto a un tímpano anónimo del segundo cuarto del siglo XIV y un extraordinario San Mateo del Maestro Mateo, fechado entre los siglos XII y XIII. "Estamos acostumbrados -decía el filósofo francés- a decir que el autor es la instancia creadora de la que brota una obra en la que se deposita, con la infinita riqueza y generosidad, un mundo inagotable de significaciones. Estamos acostumbrados a pensar que el autor es tan diferente a todos los demás hombres, hasta tal punto trascendente a todos los lenguajes, que a partir del momento en el que habla, el sentido prolifera y prolifera indefinidamente. Pero el autor es el principio de economía en la proliferación del sentido. Por consiguiente, debemos proceder al derrocamiento de la idea tradicional de autor". Las imágenes poseen una capacidad sugestiva y simbólica que puede trascender a su autor y tiempo y que siempre ha desempeñado un papel importante en todas las facetas de la cultura humana, hasta el punto de convertirse en elementos polémicos e incómodos. Algunas de ellas nacen como denuncia de situaciones concretas, tal como hacen Castelao o Leiro, otras, sin embargo, adquieren ese carácter con el paso del tiempo, cuando la sociedad que las vio nacer ha cambiado sus referentes. Los fracciones de ciertas obras, la realidad descompuesta en pequeños retales o la monumentalización de un tema anecdótico, poseen un extraordinario poder de evocación. "Qué duda cabe de que un retrato como el de Asorey, la pieza del Santiago Caballero de la duquesa de Aveiro o el carácter fragmentario de algunas piezas medievales conservadas en la Catedral", indican los textos de esta sala, "transforman su significado e interpretación a medida que detenemos nuestra mirada en los pequeños detalles". Cómo transcurre una acción, cómo se imagina el pintor una devoción orensana, cómo se visten los personajes participantes en una escena o cuál es el gesto de un retrato o los detalles de un bordado, son detalles que adquieren un valor significativo una vez el espectador los ha identificado. El estilo como formulación se convierte en un instrumento fundamental para la historia del arte, no solo con la intención de localizar temporalmente una obra, sino como método para identificar su procedencia o los referentes y la intención del artista. Obras como las realizadas por Pardo, Rodeiro, Urbano Lugrís o Juan A. García de Bouzas responden con sinceridad a la pregunta de su vocación. Cada una de ellas, con su presencia, mantiene viva la validez de su referente, ya sea éste un tapiz elaborado a partir de un cartón Goya, Caravaggio, Ferreiro, la tradición irlandesa de San Brandán o la imagen sedente del altar mayor de Santiago de Compostela. V. LA LITURGIA DE LO COTIDIANO Detrás de cada objeto existe una historia, un relato que espera a ser contado. Los objetos cotidianos, aquellos que pasan totalmente desapercibidos en el día a día, adquieren una dimensión significativa compleja cuando se descubren dentro de un cuadro, una fotografía, una colgadura o un relieve. Ya se trate de un anacronismo como en el relieve de Gregorio Español o el presente en la escena del Pescador Napolitano (un cartón de finales del XVIII de José del Castillo), ya sea la soledad de un pequeño jarrón con flores dentro de un retrato o de la fotografía de una ventana compostelana (Elisa Sighicelli, Santiago: ventá con plantas, 2000), cada uno de ellos se reviste de un significado diferente al de su cotidiana existencia. VI. EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO Cualquier obra de arte supone el inicio de un relato, que transcurre en un tiempo y en un espacio determinado. En ocasiones, una obra se presenta de una forma directa e inmediata, comprensible aquí y ahora. En otras, sin embargo, es necesario seguir el hilo de la narración para comprender el significado de lo que vemos. Obras de la Fundación Caixa Galicia como las de Manolo Paz o Jorge Barbi, enfrentadas al fuste entorchado de la antigua fachada de la Catedral, "son un ejemplo de la repetición del motivo para construir un orden complejo", mientras que grupos como el de la Anunciación o la tabla de Juan Bautista Celma suponen "una forma de contar que transcurre dentro de un espacio y se prolonga más allá de los límites físicos de su marco, para complementarse con el correspondiente a otras obras", advierten los comisarios. VII. TIEMPO DE MÚSICA Y JUEGOS "No es posible ignorar el juego, lo mismo que no es posible ignorar la música. Ambos nacen con el ser humano y lo acompañan a lo largo de su existencia como elementos constantes y continuos". Con este texto arranca la sala que acoge la obra de artistas como Goya o Luís Seoane, que en momentos distintos de la historia han representado, por ejemplo, músicos solitarios que se afanan por hacer sonar sus instrumentos en medio de la naturaleza, "haciendo buena la idea de que casi todo lo abstracto se puede negar: derecho, belleza, verdad… Lo serio se puede negar; el juego y la música, no". VIII. EL ORIGEN DEL MUNDO El arte siempre ha servido para reflejar y reproducir los valores y prejuicios compartidos por la sociedad. A través de arquetipos y de la plasmación de diferentes roles la mujer ha quedado consagrada como doncella, madre, compañera o mujer fuerte. Si en el caso del arte religioso esta interpretación es encarnada en las figuras de María y las diferentes Santas y Mártires, en el arte contemporáneo la descubrimos muchachas como las pintadas por Sotomayor, mujeres campesinas como las de Maside, madres como la de ulia Minguillón o damas como la de Elvira Santiso. Todas ellas responden a unos pocos de los muchos papeles en los que la sociedad ha querido imaginarlas. IX. EL DOLOR DE UNA MIRADA La idea del dolor y la emoción es una constante en el arte como reflejo de la propia existencia del ser humano. Bien se trate de imágenes religiosas bien se hable de obras contemporáneas, todas tienen un sustrato común, la capacidad de emocionar al espectador. "Que se realice el tránsito entre nuestra mirada y nuestras emociones", afirman los responsables del montaje, "depende únicamente de la capacidad que tengamos para proyectar sobre las obras que contemplamos nuestras experiencias personales". Como en la poesía, la evocación patética de los afectos en el público se consigue a través del dolor de una madre, como en la Piedad, en el sufrimiento de un ser humano como en San Sebastián y San Andrés, con la intensidad de una mirada como en El Místico, de Darío VIllalba, o en la energía y virulencia de un gesto como en Dalí, Broto o Millares. "La proporción, la adecuación a una escala y la armonía de las partes son constantes que se han convertido en norma y canon", indican los autores del proyecto expositivo. "Cuando esa norma se rompe se altera el orden natural de las cosas, nace la exageración y la hipérbole. Pero como en ésta, se puede reconocer un lejano parecido con un significado verosímil". El Coco y la Coca (las figuras que encabezan el tradicional paso de los "gigantones" o "cabezudos" medievales de la Catedral de Santiago, que se incluyen por primera vez en un montaje de este tipo), las obras de Maruja Mallo, Valeska Soares o Rafael de la Torre Mirón, tienen en común que se han servido de la percepción aumentada "como recurso a través del que desbordar los límites de la realidad y crear un efecto poético-evocador". |