Por la voz, entre otros, de Antonio Gamoneda, Vicente Molina Foix, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Ida Vitale, Enrique Fierro, Alfonso Alegre, Miguel Casado, Clara Janés, Juan Antonio Masoliner y César Antonio Molina fueron viajando los versos del escritor, nieto de españoles, nacido el 31 de marzo de 1914 en Mixcoac, pueblo que es en la actualidad un barrio de la ciudad de México.
En la Residencia
Esta actividad, y otras que tienen como marco la Residencia de Estudiantes, pretenden ser «una aproximación a cada una de las facetas del universo Paz», según puso de manifiesto el comisario del programa del Centenario, Aurelio Mayor, quien glosó el valor «iluminador» de la obra poética y el legado intelectual, la escritura apasionada y la sensibilidad estética de Paz. «Considerando siempre que la poesía es el centro irradiador y absoluto de toda su obra y actividad pública».
Recordó el comisario que recientemente la Residencia reeditó La voz de Octavio Paz, un audiolibro de 22 de sus poemas que el propio autor leyó en 1989 en la misma sala en la que se estaba llevando a cabo el acto de celebración, una lectura que se completó con la mesa redonda Los hijos del limo. Las poéticas de Paz, en la que participaron los poetas Juan Malpartida y Enrique Fierro, y una sesión introductoria que corrió a cargo del escritor Juan Ramón Masoliver, la poetisa uruguaya Ida Vitale, la directora de la Residencia de Estudiantes, Alicia Gómez-Navarro y el director del Instituto de México en España, Pablo Raphael.
Gómez-Navarro apuntó que con motivo del Centenario se ha organizado la exposición «Residencia. Una tradición recuperada», en la que se ha incluido un apartado con documentos originales, como cartas, publicaciones y fotografías relativas a Octavio Paz que forman parte del Archivo de la institución. Así, de entre los manuscritos que la Residencia atesora se han seleccionado dos cartas a Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, dos dibujos a lápiz de Moreno Villa –un retrato del poeta y otro de su mano sosteniendo la pluma–, así como algunas primeras ediciones y fotografías tomadas en el centro «por quien es uno de los más influyentes poetas y ensayistas del siglo XX».
Conciencia moral
La poeta, traductora y ensayista uruguaya Ida Vitale resaltó su admiración por la figura del poeta mexicano más universal, a quien conoció en México, y lo definió como «una conciencia moral» que «daba ejemplo de cómo deben hacerse o no hacerse las cosas. Siempre había una mitad de Octavio que discutía a la otra mitad», aseveró Vitale, «esa característica lo hizo único, objetivo, irrepetible».
Para Juan Antonio Masoliver, Octavio Paz «no es solo un poeta único, sino también un ensayista brillante, un excelente crítico de pintura y un gran traductor». Tras afirmar que «cada uno de los libros de Paz ha supuesto para mí una lección y un placer», afirmó que Paz «es, como la auténtica literatura, un todo».
Insistieron los intervinientes en la poesía como clave de su obra. Una poesía de celebración y conocimiento que interroga y se interroga. Su actividad como intelectual, la del escritor que ejerce influencia sobre las cosas públicas, es inconcebible sin ella pues compuesta en soledad, la palabra poética, aún si el poeta no se lo propone, es, como el propio Paz afirmó, siempre disidente.
Como intelectual alejado de todo gregarismo y en continua interpelación, su soledad de rebelde mesurado se volcó siempre en la comunidad del solidario. Octavio Paz fue lúcido y firme opositor a todos los totalitarismos de Estado, –de derechas o de izquierdas–, y censor agudo y contumaz de los excesos del capitalismo. «Que toda gran obra es subversiva es lo que pretende reafirmar este programa conmemorativo del centenario de su nacimiento», concluyó el comisario.
Vínculo con España
Octavio Paz, cuya madre era hija de españoles, mantuvo un estrecho vínculo literario e intelectual con España, no solo desde las influyentes lecturas juveniles de poetas y pensadores de las dos fundamentales generaciones que también fueron puertas a la modernidad en México, como Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Ortega, Guillén, Zambrano, Alberti, Buñuel o Cernuda, con algunos de los cuales Paz entablaría más tarde amistad.
Invitado por Pablo Neruda, un Paz muy joven todavía asistió en 1937 en una Valencia en plena Guerra Civil al Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura. Aquella experiencia, que el propio escritor catalogó de fundamental para el resto de su vida, dio pie al paulatino distanciamiento de sus primeras convicciones políticas y sobre todo alteraría su juicio moral, «pues fue en esa contienda, comentó Major, donde descubrió la fraternidad, que nuestro enemigo también tiene voz y es humano». Al volver a México defendió desde la escritura la causa de la República y publicó en su revista Taller a buena parte de los escritores españoles del exilio.
Como se ha remarcado a lo largo del homenaje, éste empeño de escuchar a los otros con atención crítica continuó cuando Octavio Paz propuso a José Bergamín en 1940 la edición de una antología de poesía única hasta entonces pues recogía con amplitud y rigor a poetas de las dos orillas de la lengua. Laurel marcó una hito en la historia de la poesía del idioma.
Casi medio siglo después y por iniciativa de Eduardo Milán y Andrés Sánchez Robayna, Laurel tuvo su prolongación con la publicación en España de otra antología coeditada por Paz con José Ángel Valente y Blanca Varela, que reunía de nuevo a poetas de ambas orillas. Ni Paz ni Valente pudieron tener en la mano Las ínsulas extrañas, una recopilación clarividente publicada en 2002, pues ellos habían fallecido en 1998 y 2000, respectivamente.
Diálogo atento
Siempre estuvo abierto al diálogo. «Un diálogo siempre atento y vivaz», se apostilló en el cierre del homenaje. Como cuando sostenía que era preciso destacar «un rasgo ejemplar y precioso de la transición española para todos los hispanoamericanos: la defensa de la necesaria diversidad de las culturas hispánicas en la península desde el diálogo y la crítica, pues toda oposición es complementaria e implica comunicación».
Octavio Paz. Su vínculo con España no se interrumpiría a lo largo de toda su existencia. Su obra ha tenido en nuestro país un eco amplio y continuado. Aquí recibió el Premio Cervantes en 1981; el Príncipe de Asturias en 1993 a la revista Vuelta que él creo y dirigía, y aquí, entre nosotros, publicaría por primera vez su Obra Completa de la mano de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Paz, aquel que al inicio de su deslumbrante Libertad bajo palabra escribe: «Allá, donde terminan las fronteras, los caminos se borran. Donde empieza el silencio. Avanzo lentamente y pueblo la noche de estrellas, de palabras, de la respiración de un agua remota que me espera donde comienza el alba.
Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día».
De sus poemas, de sus libros se sale sabiendo más; siendo mejores.
Octavio Paz, poeta que ilumina.