Una de las claves de la exposición es ver cómo se interpretan conceptos importados de los años sesenta como la desmaterialización o la autorreferencialidad, o prácticas basadas en repeticiones, permutaciones, sistemas, series… Los artistas de una y otra generación introducen nociones subjetivas contraviniendo las premisas del conceptual más severo. Así, se configura un paisaje en el que se impone lo poético, una lectura de la experiencia cotidiana que incurre con frecuencia en el absurdo y lo irracional a partir del escepticismo y la incertidumbre que depara nuestro tiempo.
La exposición presta atención al trabajo solitario del artista en su estudio, sumergido en profundas disquisiciones en torno a la realidad y el modo en que ésta se representa. Estas reflexiones dejan mucho espacio al azar y están trufadas de errores y fracasos que son siempre bienvenidos. Cuando el artista sale al exterior es un flâneur expuesto a las contingencias de lo cotidiano, al accidente, al vacío.
Un paisaje holandés incluye 40 trabajos de Bas Jan Ader, Feiko Beckers, Gwenneth Boelens, Marinus Boezem, Stanley Brouwn, Jan Dibbets, Sharon Houkema, Martin In’t Veld, Katja Mater, Navid Nuur, Ger van Elk y Marijn van Kreij.
Madrid. Un paisaje holandés. La Casa Encendida [1].
Del 2 de febrero al 8 de abril de 2012.
Comisario: Javier Hontoria. Entrevista [2](formato mp3)