«Una vergüenza para Italia. Quiero explicaciones inmediatas y sin hipocresías», afirmó entre compugido e iracundo el presidente de la República, Giorgio Napolitano. Parece que las lluvias de los últimos días habían provocado filtraciones en el edificio de 80 metros cuadrados y las paredes no pudieron aguantar el peso del techo construido durante una restauración de la posguerra.
El ministro de Cultura, Sandro Bondi, visitó ayer el parque arqueológico: «Si tuviera la responsabilidad de lo que pasó, dimitiría. El derrumbe está limitado a un solo edificio y las causas están muy claras: la culpa es de la lluvia, las filtraciones y el techo de cemento armado. Los frescos [escenas militares sobre paneles pintados de rojo] se pueden recuperar. Hay que ponerse manos a la obra», se defendió.
Al rato, sin embargo, admitió que «podrían producirse otros derrumbes» y agregó que «hay mucho trabajo que hacer». «Por eso voy a dirigirme al primer ministro Berlusconi, a Napolitano y al Parlamento», declaró Bondi.
Las ciudades de Herculano y Pompeya, ambas sepultadas por las cenizas del Vesubio, fueron redescubiertas en 1738 y 1748. Los trabajos arqueológicos fueron patrocinados por el rey Carlos VII de Nápoles, que más tarde se convertiría en nuestro Carlos III. Las excavaciones en ambas ciudades fueron dirigidas por el aragonés Roque Joaquín de Alcubierre, al que se debe la recuperación de numerosas esculturas encontradas durante una treintena de años.