En ella se asoman algunos de los rasgos más esenciales de la obra del fotógrafo, como la diferencia social, racial o la inmigración, incidiendo en este caso más tanto en la universalidad y atemporalidad de esta temática, como en dos leitmotiv fundamentales: la belleza y la introspección psicológica en el ser humano.
Venecia, Lisboa y Alabama
Invitado por la Fundación Venice in Peril para el proyecto fotográfico Real Venice, comisariado por Elena Ochoa, en Venecia, Gonnord se adentró en dos zonas. Por una parte, las afueras de la Ribera del Mestre, fuera del circuito más turístico, en la que encontramos a personajes como Nicola, y por otra, el gueto judío de Cannaregio, en el centro, del que proceden algunos protagonistas de esta muestra, como Charlotte, niña australiana de raza hebrea, Attia, o Friedrich, longevo arquitecto judío. Reaparece aquí su tema del grupo social, del colectivo, en este caso para mostrar otros rostros, reales, de una de las ciudades más bellas del mundo.
En Portugal, otra de estas estancias, el artista visitó escuelas de Lisboa, en las que apresó rostros jóvenes representativos en esta colección como Iris o Sandro, y comunidades de pescadores, como la de Fonte da Telha o la de Nazaré, en la que entró en el alma de personalidades impetuosas como la de Julia, vendedora de pescado, con aire de alto linaje y de orgullo, que parece recién salida de una novela.
El viaje
El viaje, tema singular y perenne, llevó a Gonnord, por invitación de la Georgia State University, a fotografiar grupos sociales del Estado de Alabama; un viaje no fácil que no ha hecho sino abrir un nuevo ciclo para el artista. Territorio frecuentemente hostil, en el que tanto pesan las tradiciones a nivel histórico, cultural o artístico (también en la propia tradición de la fotografía: Dorothea Lange, Walker Evans…) y en el que se agudizan las diferencias raciales y sociales.
Es aquí donde se hace más latente la preocupación social casi nunca abandonada por este fotógrafo. Miss Douglas es uno de los mejores ejemplos de la exclusión de la raza negra. Rostro imponente de este repertorio, fue compañera en la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King, hace casi 50 años. Nos lleva inevitablemente al lugar de origen, al territorio.
Del territorio interior, el alma, al territorio exterior. En su serie anterior, Terre de Personne (2009), la naturaleza abrupta se pronunció como nuevo género en la producción de Gonnord, porque como dice el propio artista, «cuando nos interesa la persona, llegamos al lugar». Esa misma naturaleza, a veces infranqueable, asoma en este caso en los «swamps», marismas pantanosas presentes en algunos de los estados del sur de los EE.UU. en los que brota la hostilidad del territorio.
Del relato al retrato
Desde que en 1999 comenzara su despegue como fotógrafo, el retrato de Pierre Gonnord ha sido considerado una trasposición en la fotografía del tan perpetuado género pictórico. Tanto por su técnica como por el especial tratamiento del modelo, composición de su obra, su fondo tenue como telón de fondo, por su mirada, o por la introspección psicológica del retratado, resulta creíble su asociación con grandes maestros del retrato barroco, como Velázquez o Ribera, o del siglo XIX, como Géricault, a quien nos remite su serie extraída de hospitales y manicomios. Más aún, en cambio, como reconoce el mismo Gonnord, a referentes anteriores de la fotografía, como Nadar o Berenice Abbott. En ocasiones es también en la literatura en la que encontramos parte de la génesis de su obra.
En el caso de Territoires, la literatura de Faulkner nos dirige a la condición negra del sur de los EE.UU.; a toda una complejidad detrás de cada uno de sus personajes, ligados a su territorio, pero excluidos también del mismo. De la construcción de un relato a la construcción de un retrato. De la persona al personaje. Al igual que en la creación literaria, las personas que Gonnord inmortaliza se nos muestran aparentemente más como personajes, en parte por su singularidad y por el modo en que quedan caracterizados.
La destreza de este fotógrafo extrayendo la esencia de cada retratado nos lleva a un indescifrable y extraordinario equilibrio entre uno y otro; persona y personaje. Pero más allá, tras la mirada de cada uno de estos personajes, hechos arte, hay una persona; cada una con su nombre, su belleza, su memoria y su territorio, interior y exterior. Todas ellas, en común, con su condición humana, uno de los aspectos universales en los que Gonnord, en esta última muestra, incide, en un paso más, con su sello más esencial.
Madrid. Pierre Gonord. Territoires. Galería Juana de Aizpuru [1].
Del 5 de junio a finales de julio de 2012.