Muy familiarizada con los rudimentos de la fotografía desde pequeña –gracias al cuarto de revelado de su padre–, a lo largo de sus setenta años de vida, Miller destacó como fotógrafa en campos tan dispares como la moda o como corresponsal de guerra. Son suyos algunos de los retratos más importantes de grandes artistas contemporáneos como Picasso, Ernst, Man Ray, Margaret Bourke-White y Tàpies, entre otros, o algunas de las imágenes más impactantes de la II Guerra Mundial.
Lee Miller impregnó su trabajo de la influencia surrealista que le vino dada por la relación que mantuvo con el artista –y también fotógrafo surrealista– Man Ray y el círculo de artistas en el que se movía: Duchamps, Picasso, Magritte, Cocteau y el que sería su marido, Roland Penrose. De los reportajes de moda, pasó a corresponsal de guerra para la revista Vogue, convirtiéndose así, junto con Margaret Bourke-White, en pionera de lo que hoy conocemos como fotoperiodismo.
Azar en estado puro
El azar hizo que lo que había estado a punto de ser un accidente grave, terminara por ser la puerta de entrada de Lee Miller en la fotografía profesional y en el mundo de la moda. El hombre que le había salvado de la muerte era Conde Nast, editor de Vogue y Vanity Fair, quien le recomendó que trabajara como modelo. Miller empezó entonces a posar para los grandes de la época (Edward Steichen, Hoyningen-Huene y Arnold Genthe).
Con solo 22 años y una carrera de modelo profesional consolidada, Lee Miller se traslada a París en 1929 y comienza a trabajar con el famoso artista y fotógrafo surrealista Man Ray. Fueron profesor y alumna, fotógrafo y modelo y también pareja. Al poco tiempo Lee montó su propio estudio y realizó numerosos encargos para Man Ray. Fruto de esta colaboración e investigación entre ambos son las “solarizaciones”, un efecto en la imagen que se producía al revelar con luz las placas fotográficas. En este período y en esta ciudad, Miller desarrolló todo su potencial artístico.
Sello surrealista
En 1932 regresó a Nueva York, donde abrió un estudio y trabajó en él durante dos años, con gran éxito entre la sociedad neoyorquina, fascinada por esta joven que había aprendido junto a los grandes artistas de París. Además de retratos, Miller realizaba trabajos para revistas y encargos de publicidad y procuraba, en muchos de ellos, imprimir su sello surrealista.
En 1934 se casa, tras un breve romance, con Aziz Eloui Bey, un hombre de negocios egipcio con quien se traslada a vivir a su país. La vida en El Cairo comienza con una presentación en sociedad entre las mujeres de los expatriados, de la que se acaba aburriendo, y busca una huida hacia el desierto. Atraída por el paisaje de arena, al que viajaba continuamente, se dedicó a fotografiar su inmensidad, sus aldeas y sus ruinas. Miller es consciente de que es aquí donde su mirada surrealista es más libre que nunca.
Segundo marido
Durante una visita a París en 1937 conoció a Roland Penrose, artista también del movimiento surrealista que más tarde se convertiría en su segundo esposo, y viajó con él a Grecia y Rumanía. En 1939 dejó Egipto para mudarse a Londres, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, donde vuelve a montar un estudio para hacer producciones de moda para Vogue, a pesar de las dificultades que suponía trabajar en una ciudad bajo las bombas.
Con cierto sentido del humor, ya un poco británico, Lee Miller realizó numerosas fotografías de una ciudad en ruinas que más tarde se publicarían en el libro Grim Glory, Pictures of Britain Under Fire. En 1944, deseosa de contar historias de mujeres en el campo de batalla, aceptó trabajar como corresponsal del Ejército de los Estados Unidos y formó equipo con el fotógrafo de Time /Life David E. Sherman. Miller siguió a las tropas americanas en su viaje a partir del D. Fue una de las pocas mujeres periodistas que cubrieron la guerra en Europa y entre las muchas hazañas de las que fue testigo, se encuentran el cerco de St. Malo, la Liberación de París, la batalla de Luxemburgo y Alsacia, la conexión de rusos y americanos en Torgau o la liberación de los campos de Dachau y Buchenwald, entre muchas otras.
En casa de Hitler
Miller se alojó en la casa de Hitler y Eva Braun en Múnich y la víspera de la rendición alemana fotografió en llamas la casa del Führer en Berchestaden. La fotógrafa siguió viajando hacia el este y registró algunas de las imágenes más terribles de la Gran Guerra.
Recibida casi como una heroína de guerra por el equipo de Vogue y dispuesta a retomar su vida familiar, Lee Miller siguió trabajando para la revista durante dos años más, recogiendo los eventos de moda y sociales, algo que, según sus biógrafos, le parecía tremendamente frívolo después de lo que había vivido en Europa.
En 1947 se casó con Roland Penrose. Retirada en Inglaterra, en una antigua granja reconvertida en su hogar, dejó el mundo de la prensa y, a partir de entonces, colaboró con sus retratos en las biografías de Picasso, Miró, Man Ray y Tàpies. Algunas de estas imágenes de artistas famosos, como las de Picasso, se convirtieron en piezas imprescindibles para comprender el genio. Muchas de ellas aun mantienen el espíritu de sus años surrealistas. Lee Miller murió en esa misma granja, hoy convertida en museo, en 1977.
La Coruña. Legendary Lee Miller. Fundación Caixa Galicia [1].
Hasta el 11 de septiembre de 2011.
Enlaces relacionados:
http://www.leemiller.co.uk/index.aspx [2]
http://www.flickr.com/photos/hab3045/2198087468/in/photostream/ [3]