Terré utiliza la fotografía para expandir su mirada irónica, su sentido del humor y obtener un retrato de su entorno en el que se explica a sí mismo la condición humana con una mirada de impecable elegancia, empatía y calidad sentimental. Su personalísima técnica, caracterizada por los encuadres de sus imágenes, los contrastes acentuados y la búsqueda de la proximidad con los modelos, lo convierte en un ensayista de la fotografía con una mirada subjetiva en busca del alma más allá del rostro o de la creencia más allá del rito.
Cinco intensos años
Sus obras más conocidas las realizó entre 1955 y 1960. En la década de los años 60 abandonó la práctica de la fotografía. Tras 20 años de silencio –porque no le interesaban los encargos «decorativos»–, en la década de los años 80, ya jubilado, reinició su actividad fotográfica y su obra comenzó a recibir, con exposiciones tanto individuales como colectivas y libros, el reconocimiento público.
Aunque él distinguía estas dos etapas en su vida de fotógrafo, lo cierto es que no tenía en cuenta el aspecto cronológico de sus fotografías en las exposiciones. Consideraba que lo que importaba de ellas era la manera en que reflejaban el espíritu humano. Según Terré, la fuerza de la fotografía estaba en poder mostrar a los demás un acontecimiento irrepetible.
Su forma de creación estaba más cercana a la poesía que a la crónica, en la que una imagen no vale más que mil palabras, sino que contiene mil sentidos. Utilizaba las imágenes no como representación de la realidad, sino como la metáfora de otro mundo interior. No era la suya una fotografía de reportaje sino que, más bien, se le podría definir como un ensayista de la fotografía.
Visión personal
En palabras del comisario de la exposición, Chema Conesa, «Ricard Terré pertenece a la generación que más y mejor contribuyó a la modernización del lenguaje fotográfico en nuestro país. El trabajo de esta generación –Miserachs, Maspons, Masats, Ubiña, y Pomés, Perez Siquier, Ontañón, Cualladó, Gomez, etc.–, cada uno desde su personal registro, supuso la ruptura con la ortodoxia de la mirada única, y avanzó la multiplicidad de visiones personales que se podían obtener con la fotografía. En esta generación de fotógrafos se mezclaron profesionales y aficionados. Los primeros cambiaron la manera de representar la realidad alejándola de los estereotipos tradicionales, los otros, menos comprometidos con el oficio, desarrollaron una visión personal e íntima que supuso la exploración de nuevos caminos y la introducción de emociones y sugerencias más allá del contenido de las imágenes. Ricard Terré es uno de estos aficionados sin mayor compromiso con la fotografía que retratar lo que le interesa».
Con esta exposición, la Fundación Barrié prosigue su apuesta por la contemporaneidad de la fotografía, continuando su línea de exposiciones temporales dedicada a clásicos de la fotografía, que en los últimos años ha permitido mostrar las imágenes de grandes fotógrafos como Paul Strand, Arnold Newman, Edward Weston, Alfred Stieglitz, Ansel Adams, o la fotografía y el cine de la George Eastman House, y más recientemente en la sede de Vigo, del brasileño Caio Reisewitz y de Francesc Català-Roca.
Vigo. Ricard Terré. Obras Maestras. Fundación Barrié.
Del 20 de mayo al 30 de octubre de 2011.
Comisario: Chema Conesa.