Nunca viene mal recordar la importancia de esta artista holandesa, de creciente presencia en los circuitos artísticos internacionales. Sin ir más lejos, podíamos disfrutar de parte de su trabajo (Park Portraits) en la galería madrileña La Fábrica hace tan solo unos meses. Además, se proyecta para el 2012 una gran retrospectiva de su trabajo en el Solomon R. Guggenheim Museum y en el San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA).
Búsqueda y personalización
Destacada retratista que se fue ganando una reputación internacional a partir de los 90 con sus sugestivos y potentes retratos de personajes en etapas intermedias (adolescentes, madres recién paridas, toreros antes de salir al ruedo, soldados antes y después de ser llamados a filas), en un juego constante de búsqueda y personalización de identidades, construidas, universales, cambiantes.
Se podría considerar un interesante trabajo de campo a través del formato fotográfico (estatismo) y videográfico (movimiento) que lleva a la artista en muchas ocasiones a realizar un seguimiento en el tiempo de personas concretas. A representar los cambios físicos del crecimiento y las huellas de vivencias, además de aquellos elementos que permanecen inmutables y parecen remitir a esa esencia o identidad perseguida. Trabajo que alterna y complementa con el de fotografiar a chicos y chicas de diferentes lugares del mundo bajo un anonimato seleccionado no de un modo caprichoso.
Retratos en color caracterizados por sobria vacuidad en adornos y efectos secundarios embellecedores, y una composición austera sobre un fondo variado pero casi siempre neutral (artificial e interior de estudio aislador o bien natural: parques, playas) y que se erigen con monumentalidad, potencia y expresividad interior mostrando una identidad descrita a través de signos tales como la vestimenta, el maquillaje, los tatuajes, y complementos que describen y señalan una edad, una moda y momento histórico, una posición social o una pertenencia a un grupo.
Retratos claros y honestos donde se busca, a partir de unos tópicos asumidos, desmontarlos en pro de una universalidad individual. Siguiendo la estela de grandes maestros del retrato fotográfico como Diane Arbus, August Sander o Sally Mann, y compañera de otros más coetáneos como son Hellen Van Meene o Michal Chelbin, Rineke explora con ahínco y eficacia formal lo que hay detrás de un disfraz y mirada con la selección que sigue por inercia una visión determinada abierta a la indagación lúcida de verdades absolutas.
Vídeos en instalación
Centrándonos en la muestra que nos ocupa, la serie Liverpool es el resultado de una colaboración entre la artista y la Tate Liverpool para la exhibición The Fitfh floor: Ideas taking Space. El conjunto de obras se podría dividir en dos partes. La primera se compone de una serie de cuatro retratos de adolescentes femeninas, más que dispuestas para la noche. Siguen la línea de la artista (serie de soldados y toreros, sobre todo) y de fotógrafos nórdicos como Thomas Ruff: sobrios, descontextualizadores sobre fondo neutro interior, de tres cuartos y tamaño medio (96,4 x 75 cm).
Esta primera parte se completa con cinco vídeos en instalación (The Krazihouse, Liverpool, UK. Megan, Simon, Nicky, Phillip, Dee. Aprix. 32 min.) sobre varios escolares seleccionados por la artista en una discoteca de la cuidad, llevados al espacio expositivo, donde se habilitó un estudio en el que realizar y grabar las investigaciones. Cada vídeo muestra a un púber bailando su tema musical preferido, pinchado por un dj.
Desde la timidez, vulnerabilidad y tensión más absoluta a la exhibición y el coqueteo, todos reflejan a "flashazos" esos intentos de construcción de una identidad, ese querer ser diferente bajo la seguridad de pertenecer a un grupo, de seguir esas reglas, rituales y modas, a la vez que un sentirse perdidos, ridículos o inseguros. Bailes seguramente resultantes de ensayos en soledad frente al espejo de sus habitaciones. Ahora descontextualizados, aislados e iluminados por una luz que deja poco a la imaginación y al disimulo, desaparecida la magia de la ebriedad, la música ensordecedora, y los efectos de una iluminación de neón y confusión, resulta mucho más rotundo poder hacer visible lo invisible.
Parcelas de identidad
En cuanto a la otra parte, Rineke reúne a otro grupo de alumnos, esta vez menores y uniformados. Dato relevante, y correlacionado, pues ahora no importan tanto las particularidades externas que focalizan sobre las identidades construidas de los chavales, como lo que se revela a través de los movimientos gestuales incontrolables y espontáneos cuando la artista les requiere describir lo que ven, frente al lienzo Mujer que llora, último de la serie el Guernica de Picasso.
Este lote se compone de dos vídeo-instalaciones. Una de ellas desplegada en horizontal en tres pantallas, que muestra, fragmentado, un friso de atentos colegiales. Los comienzos tímidos, parcos, acompañados de rictus de atención, escrutinio y cejas fruncidas de concentración pasan a apresurados solapamientos en el tiempo, de opiniones y comentarios, que van derivando en un análisis formal y temático significativo y curioso, alternado con preguntas esenciales, pertinentes, sencillas, pero no por ello triviales. Experimento honesto y nada pretencioso.
El segundo vídeo, Ruth drawing a Picasso, muestra, como bien describe el título, a una niña copiando el lienzo de Mujer que llora. En este caso vemos esa concentración, esa inseguridad (espía, chequea como van sus compañeros fuera de cámara) que nos recuerda a esas figuras de la absorción de Chardin, pero con la diferencia de que, en este caso, no está aprendiendo a estar físicamente en el mundo (castillo de naipes, peonza, pompas de jabón…) sino que está aprendiendo a copiar. Choque entre lo natural y lo artificial.
En su conjunto, Rineke Dijkstra despliega un estudio sobre parcelas de la identidad durante esos años muy curiosa, reveladora y nada crítica. Sin caer en los tópicos ya trillados de las tribus urbanas (Miguel Trillo), la lolita (exposiciones como Viva lolita, Puber, Girls on the verge) o marginales (Larry clark. Tulsa, Kids).
Berlín. Rineke Dijkstra. Liverpool. Galería Max Hetzler [1].
Hasta el 27 de marzo de 2010.