La exposición, realizada en colaboración con el Centre Pompidou y el Fotomuseum Winterthur, se articula en nueve secciones en las que se entremezcla la obra fotográfica con diferentes cortometrajes y otro tipo de documentos para poder reflejar de manera simultánea cómo determinados motivos u obsesiones se repetían en todos los ámbitos de actuación en que trabajaban.
Los comisarios Quentin Bajac, Clément Cheroux, Guillaume Le Gall, Michel Poivert y Philippe-Alain Michaud han realizado un estudio y una revisión del movimiento en profundidad, no sólo en el ámbito de la fotografía, sino incluyendo la imagen grabada en movimiento como parte esencial de su expresión.
"Estamos convencidos de que éste es uno de los proyectos más brillantes que se han hecho nunca sobre el surrealismo. No sólo están todas las piezas realmente importantes, sino que lo que también está presente es el espíritu surrealista en su expresión más genuina", afirmó en la presentación de la muestra el director general de la Fundaciónn Mapfre, Pablo Jiménez Burillo.
Cambiar la vida
Los surrealistas (adueñándose del discurso de Rimbaud) deseaban "cambiar la vida", pero habían descubierto que para hacerlo era necesario comenzar por cambiar la mirada. Era imprescindible reinventar la forma de ver, el punto desde donde se observa y los parámetros, si los hay, que determinan la mirada.
"Subversión de las imágenes" –título del surrealista belga Marcel Mariën para una serie de fotografías de Paul Nougé– debe interpretarse en la forma de una doble acepción. Subvertir en el sentido de trasformar la imagen, pero también subvertir a través de la imagen, alterando las coordenadas de la realidad.
A través del discurso creado por más de 300 fotografías, 100 documentos y cerca de 10 películas procedentes de más de 60 prestadores de colecciones públicas y particulares, entre las que destaca la gran aportación de los fondos del Centre Pompidou, el visitante puede asistir a los múltiples usos que los surrealistas hacen de esta disciplina.
Nueve secciones
"Con el poder de las imágenes y el paso del tiempo es como se realizan las verdaderas revoluciones", mantenía André Bretón. Esta exposición da fe del uso y manipulación de la imagen que realizaron estos creadores. Expone cómo abrieron la puerta a una mirada absolutamente diferente, contradictoria, enriquecida. Una mirada nueva a la que volver de manera incansable como fuente de aprendizaje, de inspiración y de aventura.
La muestra se articula en 9 secciones: La acción colectiva, El teatro de la sinrazón, Lo real, lo fortuito, lo maravilloso, La tabla de montaje, Pulsión escópica, El modelo interior, Escrituras Automáticas, Anatomía de la imagen y Del buen uso del surrealismo.
La Acción colectiva presenta la imagen del grupo como tal, y pone de manifiesto la necesidad que tenían de hacer primar lo colectivo sobre lo individual. Esos retratos crean su imagen de cara al exterior, mientras ellos manifiestan esa voluntad solidaria en actividades concretas: textos escritos a varias manos, cadáveres exquisitos y collages colectivos, entre otros. La evolución natural fue crear revistas y tribunas que sirvieran de trampolín para dar a conocer esa imagen y esas obras. La fotografía sirve para reafirmar su identidad colectiva.
Dramaturgia aplicada a la fotografía
La sección dedicada al Teatro de la sinrazón muestra como la teatralidad, la dramaturgia aplicada a la fotografía, es un pilar de la estética del surrealismo. Esta “escenificación” a la que someten los surrealistas al objeto o sujeto a retratar coloca al espectador en una situación nueva: la de voyeur que observa la representación de un mundo paralelo. La idea del erotismo planea sobre la mayoría de estas representaciones, siendo el cuerpo uno de los objetos de investigación esenciales del movimiento.
La muestra continúa con Lo real, lo fortuito, lo maravilloso, sección donde la figura de Eugene Atget tiene especial relevancia. Atget seguía el principio de los fláneurs donde la ciudad era un territorio sagrado. Así, los surrealistas toman la calle en busca de lo maravilloso escondido o secreto. Escaparates, maniquíes, calles desiertas de noche se convierten en objeto a retratar: un nuevo universo fantástico que descubrir.
La idea de fragmentación de la realidad y del múltiple punto de vista que compartían todos los integrantes del grupo da lugar a la sección La tabla de montaje, donde se recogen ejemplos de cómo buscan dar lugar a encuentros inesperados. “Bello como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas”, en palabras de Lautréamont. Aquí, la recopilación de imágenes, fotografías, recortes o postales da lugar a collages, fotomontajes y cadáveres exquisitos que se publicaban habitualmente en revistas de la época. Resulta indiferente la voluntad o la ausencia de la misma en la realización de la obra, lo relevante es generar la tensión que ellos consideraban responsable de la fuerza poética de la obra.
Ver con los ojos cerrados
Para los surrealistas la pintura era una obra de la imaginación, mientras que sus fotografías eran el arte de la reproducción de determinadas imágenes mentales. La sección El modelo interior plasma ese universo o remite a él. La entrada a este mundo se plasma en retratos de hombres y mujeres con los ojos cerrados que evocan la máxima actitud surrealista: ver con los ojos cerrados.
La mirada surrealista siempre acecha la realidad. Esa situación de tensión y alerta se expone en La pulsión escópica, sección dedicada a cómo existe una necesidad irrefrenable de mirar el objeto de deseo. En la fotografía y el cine, las máquinas sustituyen al ojo y permite añadir intensidad a estos hallazgos por medio del encuadre, acción que permite recortar a placer lo que se observa.
En la sección La Escritura automática, lo espontáneo y la actividad inconsciente relacionan directamente la idea de automatismo con la idea de hacer fotografías: Breton denomina la escritura automática como la “fotografía del pensamiento” y se lleva al extremo la idea de la acción del azar con los fotogramas creados por la huella directa de la luz, sin proceso químico de revelado. Pero aunque el azar tenía un placer preponderante éste no actuaba sólo.
Alcanzar la belleza convulsiva
En Anatomía de la imagen se muestra como, en aras de lograr “la belleza convulsiva”, Man Ray, Raoul Ubac o Maurice Tabard, entre otros, crean un nuevo lenguaje formal que altera y desfigura el convencional: someten el proceso de revelado o creación de las fotografías a técnicas como el brûlage, la solarización, la deformación o la inversión de los valores tonales. Desde el momento de mirar a través del objetivo hasta el revelado en el laboratorio, las etapas convencionales de la creación de la fotografía cambian y transgreden sus propios límites. La fotografía convencional se violenta dando lugar a una nueva realidad que mirar.
Cierra la exposición la sección Del buen uso del surrealismo, donde se muestra cómo esa revolución de forma y fondo que sufre la fotografía en manos del surrealismo rápidamente pasa al ámbito de la moda y la publicidad de la mano de los propios artistas que trabajan en estos medios.
Man Ray, por ejemplo, trabajaba para Harper’s Bazaar y Vogue. Los hallazgos los realizan en los años veinte y treinta, pero tras la guerra estos sectores los explotan a conciencia. Los fotógrafos contribuyen a la divulgación de la iconografía y la imaginería surrealista haciendo que ésta se incorpore a la cultura popular.
Con objeto de ampliar y hacer accesible al público general los contenidos de la exposición, la Fundación Mapfre ha preparado, como viene siendo habitual, una página web [1] monográfica sobre la misma, desde donde los internautas pueden realizar un recorrido por la muestra y sus obras más destacadas. Asimismo, es posible descargar un extracto del catálogo y acceder a la información sobre los talleres y visitas.
Madrid. La subversión de las imágenes –Surrealismo, fotografía y cine–. Fundación Mapfre.
Del 17 de junio al 12 de septiembre de 2010.
Comisarios: Quentin Bajac, Clément Cheroux, Guillaume Le Gall, Michel Poivert y Philippe-Alain Michaud.