Bajo el título Los paisajes americanos de Asher B. Durand (1796-1886), se muestran 140 obras, entre óleos, dibujos y grabados que cubren todos los períodos de la vida del artista, acompañadas por una selecta muestra de pintores coetáneos y de algunos seguidores. A través de esta selección se pretende presentar su obra como paisajista y todos los demás géneros que desarrolló a lo largo de su prolongada carrera: retratos, pinturas de género y, sobre todo, unos paisajes que, con bucólica belleza, muestran los escenarios naturales de una Norteamérica casi virgen.

Los paisajes de Durand, en los que destaca su devoción por los árboles –su «arborofilia», en expresión de Roberta Olson–, están más cerca de la tradición de la naturaleza como un sereno conjunto de bellezas que de la tradición del pintoresquismo o de otras –como las de lo sublime romántico– más dramáticas: sus paisajes poseen aquella «juventud perpetua» que Emerson adscribía a los bosques, trasuntan una «belleza terapéutica» (Rebecca Bedell), con poder para restablecer la salud y el equilibrio perdidos por los excesos de la civilización y el modo de vida de las grandes urbes modernas (de los que la ciudad de Durand, Nueva York, se convertiría con el tiempo en la metáfora perfecta).

Testigo del XIX estadounidense

La obra de Asher Brown Durand (1796-1886) está muy presente en las más importantes colecciones públicas y privadas de EE.UU., además de participar en relevantes exposiciones colectivas, nacionales e internacionales, dedicadas a la pintura estadounidense del paisaje. Vivió noventa años, transcurridos entre Nueva York y sus frecuentísimas estancias en las montañas y los valles de su tierra. Su vida acompaña el siglo XIX y constituye por ello un mirador eminente al que asomarse para conocer con perspectiva y de primera mano la cultura de la época.

De ahí el plural del título de la exposición, que hace referencia tanto a los paisajes de Durand en su sentido geográfico más literal –las montañas Catskill o las Adirondacks, los valles y vistas del río Hudson, los lugares que frecuentó y pintó, entre muchos otros– como a sus “paisajes” intelectuales: la de Durand es la América espiritualizada y naturalista de Thoreau, Emerson y Whitman, la de la emergente conciencia de nación con un destino y la del creciente cosmopolitismo de la Nueva York de en torno a 1800, y la de las influencias europeas y su transformación en tradiciones culturales –y también artísticas– vernáculas.

De la New-York Historical Society

A.B._DURAND_-_Grupo_de_rboles_1855-1857Las obras provienen en su inmensa mayoría de la colección de la New-York Historical Society, y el proyecto ha contado con el asesoramiento científico de la máxima experta en la obra de A.B. Durand, la Dra. Linda S. Ferber, conservadora de esa institución. De hecho, Los paisajes americanos de Asher B. Durand (1796-1886) es el resultado de un trabajo de dos años de estrecha colaboración entre la Fundación Juan March y la citada institución neoyorquina, con la colaboración de las mayores expertas en Durand y en el arte americano del siglo XIX: Barbara Novak, Barbara Gallati, Rebecca Bedell, Roberta Olson, Marilyn Kushner y Kimberly Orcutt.

La New-York Historical Society es, desde su creación en 1804, el museo más antiguo de Nueva York y una de las instituciones sin las que no se entendería el extraordinario papel que esa ciudad ha desarrollado para la cultura y la historia de la América moderna. La Society custodia con eficacia una enorme colección de arte y documentos históricos; entre ellos, la mayor colección de obras de Durand, tan estrechamente ligado a la formación de la Nueva York moderna, y cuya obra se empeña en difundir.

 

Un viaje de retorno

El 1 de junio de 1840, un artista estadounidense de cuarenta y tres años llamado Asher B. Durand se embarcaba en el puerto de Nueva York en compañía de algunos amigos y colegas, con destino a Londres, con objeto de recorrer diversas ciudades de Europa en un tour que duraría más de un año.

Aquel primer y único viaje a Europa significó para el artista el conocimiento directo de las obras de los maestros europeos (y la adquisición de un cierto catálogo de preferencias: el gusto por Rubens y Rembrandt, por Claudio de Lorena o Constable, el menor aprecio de Turner, por citar sólo algunos ejemplos).

Casi dos siglos después, más de un centenar de sus obras cruzan por primera vez el Océano Atlántico y viajan a Madrid para la primera exposición monográfica y retrospectiva dedicada a la obra de Durand fuera de su país. La exposición Los paisajes americanos de Asher B. Durand (1796-1886) supone, pues, la vuelta de Asher B. Durand a esa Europa a la que el artista viajó a mediados del siglo XIX con el «sólo propósito de instruirse», una Europa a la que ahora le ha llegado el turno y la oportunidad de contemplar –y de instruirse con– la obra de un artista casi desconocido entre nosotros.

 

Madrid. Los paisajes americanos de Asher B. Durand (1796-1886)Fundación Juan March.

Hasta el 9 de enero de 2011.

Más información: 

New York Historical Society – Lee A. Vedder, Luce Curatorial Fellow in American Art.