Como explican los comisarios de esta muestra, Brangulí no es el único en abordar las temáticas ya señaladas, pero no hay un autor que haya completado, como él, la transición desde la fotografía del siglo XIX hasta la de mediado el siglo XX, en tantos ámbitos, tan distintos y tan impecablemente realizados. Una rara excepción en el panorama fotográfico español. Su actividad comercial señala la sucesión de pequeños encargos con motivos muy diversos, electrificación del alumbrado, obra pública, industria, ferias, medicina, construcción o acontecimientos de toda índole.
En cada una de estas situaciones, Brangulí procedió de manera muy similar: ejecutando amplias series. Sus agrupaciones temáticas también tienen una razón de ser que no proviene de la historia del arte más reciente, sino de las necesidades de encontrar fotografías similares para satisfacer un encargo. Era un pequeño empresario que organizaba el contenido de su archivo de explotación para responder a una petición de la sociedad en la que vivió.
Escenografías
«En las distintas series de la muestra –explican sus comisarios, Valentín Vallhonrat y Rafael Levenfeld– se puede observar una similitud en la posición del fotógrafo como observador que se ensambla a la perfección con la escena cuando esta se trata de fotografía de arquitectura, industria, las calles vacías de la ciudad o la misma noche. La distancia le permite componer en una especie de observación metafísica. Como si fotografiara un contenedor en construcción. Barcelona como un decorado. Lo mismo ocurre en sus fotografías de interiores: los museos, las clínicas, los edificios en construcción, los talleres, todo aparece en su sitio. Todo perfectamente ordenado. No importa si se trata de un taller de costura ubicado en una casa humilde iluminada con velas o en una gran fábrica o museo en construcción. Escenografías en las que la tensión casi nunca es visual, la aportan sus propias temáticas».
Los comisarios considerán que quizás la más interesante de estas series sea la que recoge las «increíbles fotografías de boxeo. Increíbles por la modernidad de su concepción y por la dificultad de volver a verlas hasta entrados los años cincuenta. En estas, las figuras aparecen recortadas en negro. La composición parece más viable al ser más abstracta, no hay casi elementos que relacionar y lo que se relaciona se produce difuminado en la oscuridad».
Por último, al revisar las fotografías de la sociedad barcelonesa y las de la Guerra Civil se puede comprobar que son imágenes en las que no es fácil controlar la composición. Todo está en movimiento y el fotógrafo también ha de moverse para encontrar el lugar en el que todo se componga.
Brangulí, que sobrevivió a todas las vicisitudes políticas que le tocó vivir, acompañó a la ciudad en que vivió. En palabras de Vallhonrat y Levenfeld, «atento a los cambios, atento a sus transformaciones, atento a sus pobladores y a sus quehaceres, desarrolló su profesión para mantenerse en el mismo ritmo de la metamorfosis urbana, transformando su oficio de fotógrafo, como un prestidigitador, ya sea en corresponsalía, agencia, archivo o lo que fuera necesario para seguir desarrollando su magia».
Saga de fotógrafos
Josep Brangulí Soler nació en Hospitalet de Llobregat el 14 de septiembre de 1879 y fue el primero de una saga de fotógrafos a la que se sumaron sus hijos Joaquim (1913-1991) y Xavier (1918-1986). Josep se inició en la fotografía a finales del siglo XIX y continuó ininterrumpidamente con esta labor hasta su fallecimiento a mediados de la década de los cuarenta del siglo XX. Desarrolló su obra en Cataluña y mayoritariamente en Barcelona. Las revistas ilustradas de la época recogen y publican sus fotografías desde el inicio de su carrera: ¡Cu‐Cut¡, La Hormiga de Oro, La Ilustración Española y Americana, Nuevo Mundo… A partir de 1910 comienza su trabajo regular para la prensa diaria, destacando su colaboración con La Vanguardia, Diario de Barcelona, La Tribuna, La Noche, El Noticiero Universal y Le Miroir du Monde. Desde 1914 será el corresponsal de Prensa Española en Barcelona, publicando sus trabajos en ABC, Blanco y Negro y Campeón.
Pero pese a su intensa actividad como fotógrafo para la prensa, no se puede calificar a Brangulí únicamente como fotoperiodista, habida cuenta de su extensa labor como fotógrafo industrial, del comercio y la arquitectura, ámbitos en los que sus imágenes aparecen cómo prácticamente únicas en el panorama fotográfico de este período.
A través de sus fotografías describió el paisaje urbano que se generaba con la gran transformación de Barcelona, como con la apertura de la vía Laietana. Desarrolló un amplísimo y singular trabajo de fotografía industrial para, entre otras empresas, Construcciones y Pavimentos, pionera en el encofrado de hormigón, y para entidades corporativas a cuyo cargo estaban las obras públicas de la red de metro o la instalación del alumbrado público en Barcelona. En el apartado comercial, fotografió, desde su nacimiento, los diferentes eventos de la Fira de Barcelona así como los trabajos para grandes corporaciones como La Caixa de Pensions. Es, por tanto, el fotógrafo que documentó las principales transformaciones de Barcelona en un largo período, lleno de novedades y conflictos: Desde 1900 hasta 1945 a través de amplias series de reportajes fotográficos.
Su primer gran reportaje fue el de la Semana Trágica de 1909. Los sucesos acaecidos en Barcelona y otras ciudades de Cataluña, entre los días 26 de junio y el 2 de agosto, fueron recogidos por su cámara y publicados en diversas revistas ilustradas tanto nacionales como extranjeras. Brangulí realizó una selección de estas fotografías en un álbum encuadernado con el título La Semana Trágica, que contaba con 38 fotografías originales.
Primer gran reportaje
Paralelamente, y también en 1909, comienza su serie de fotografías sobre la apertura de la vía Laietana. Parte de todo este trabajo se conserva en otro álbum numerado con el 11 de su archivo y titulado La Reforma. Calles y casas desaparecidas, con 19 originales fotográficos.
Brangulí también transitó el Ensanche, el Barrio Gótico y la Rivera y de allí al Tibidabo, a Montjuic, al Somorrostro y a la cuenca del Llobregat, donde se asentaba gran parte de la industria. Así reveló las innumerables facetas que iban dibujando la ciudad. Realizó este y otros muchos recorridos con una mirada sin fisuras en el tránsito de una construcción urbana a otra industrial, de un acontecimiento a otro.
El autor ligó su obra a la vida de Barcelona y al aspecto cambiante de la ciudad, su dinamismo y arquitectura. La propia modernidad de la arquitectura hizo evolucionar a Brangulí desde posiciones similares a las de otros fotógrafos de la época inicial del fotoperiodismo hasta una maestría que le hace sobresalir entre todos sus coetáneos y le hace único en España.
En el capítulo industrial, la edificación de las nuevas factorías fue recogida por su cámara con la misma épica con la que se enfrentaba a los monumentos históricos de la urbe. Su mirada también recoge la situación social y laboral de esos años donde abunda la contratación de mujeres y niños, con el objetivo de reducir los costes de producción. Ni la imagen de un niño en una fábrica, con condiciones ambientales en muchos casos insalubres, ni las salas de contratación laboral femeninas serán obviadas por su cámara.
Obra atemporal
Cuando trata estos temas coincide en parte con muchos de sus coetáneos, pero es, sin embargo, su gran esfuerzo documental de la década de los años veinte el que permite ver el desarrollo de la obra más atemporal de Brangulí y por tanto las señas de su moderna identidad. Más tarde, y como a los demás fotógrafos de su época, la instauración de la II República y sobre todo la Guerra Civil afectará al desarrollo de su obra y de su vida. Las urgencias por documentar los acontecimientos añadirán a su trabajo tintes comunes, esfuerzos compartidos y miedo ante el futuro.
Pero Brangulí no se detuvo tras la guerra, cuando se generaliza la confiscación de archivos y las represalias en el ámbito de la prensa. Jamás interrumpió su trabajo. Su obra recorre este período, de la misma forma que en etapas anteriores, brindándonos una visión única del mismo: el cambio dramático de la sociedad catalana que transita la República, la Guerra Civil y los primeros años del franquismo, que conllevan la presencia militar, los hombres destacados del nuevo régimen y la llegada de la simbología fascista a las calles de Barcelona.
Durante estos años documenta los estratos de la sociedad en todos sus escenarios posibles: los oficios y los talleres, la vida en las calles, los acontecimientos y los personajes públicos y privados, lo que hace de este fotógrafo una fuente necesaria para conocer un período fundamental en Cataluña.
El archivo del fotógrafo –formado por más de medio millón de imágenes, placas de cristal y carteles– fue adquirido a la familia Brangulí por la Generalitat de Catalunya en 1992 para ubicarlo en el Arxiu Nacional de Catalunya, consciente de su valor documental, fotográfico, sociológico e histórico.
Madrid. Brangulí. Fundación Telefónica [1].
Hasta el 30 de enero de 2011. Prorrogada hasta el 28 de febrero.
Comisarios: Valentín Vallhonrat y Rafael Levenfeld.