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El Museo del Prado reinstala a Velázquez

Además de la renovación de las propias salas, que ha incluido una mejora de su iluminación y la sustitución de los tres entelados distintos de las paredes por pintura de un único tono (ensayado durante la presentación de la exposición Fábulas de Velázquez), la colección del artista ha sido reordenada en su totalidad siguiendo un criterio cronológico y temático.

Las hilanderas y Las lanzas

Al margen de los cambios introducidos en la gran sala basilical, que continúa siendo presidida por Las meninas y dedicada ahora en exclusiva a El retrato real, entre las novedades más destacadas merece especial mención la nueva presentación de Las hilanderas, situadas en una sala contigua con un montaje especial que restituye la obra a su tamaño original ocultando el añadido posterior que desvirtuaba la composición dada a esta pintura por Velázquez, y la instalación de La rendición de Breda (o Las lanzas) y otros cuadros del artista dedicados al tema de “La guerra” en el corazón de la gran galería central del Museo.

Con la nueva ordenación, la colección de Velázquez ha quedado distribuida en siete salas que agrupan sus obras bajo los siguientes títulos: Velázquez y el Naturalismo (sala 10), Velázquez. El viaje a Italia (sala 11), Velázquez. El retrato real (sala 12), Velázquez. Pintura religiosa (sala 14), Velázquez. Enanos y bufones (sala 15), Velázquez. Pintura mitológica (sala 15ª) y Velázquez. La guerra (sala 27).

Nuevos criterios de ordenación

La ampliación arquitectónica del Prado se asocia con un proyecto de incorporación de nuevos espacios para la exhibición de la colección permanente, adecuación de los ya existentes y una nueva disposición de ésta. Este proceso se inició con la ubicación de la colección de esculturas de los Leoni en el claustro, continuó con la apertura de las salas dedicadas al siglo XIX, y su último episodio ha sido la reciente apertura al público de los espacios que acogen la pintura española de la Edad Media y el Renacimiento.

Dentro de ese proceso le ha tocado el turno a Velázquez, cuya intervención ha consistido principalmente en tres aspectos:

– Adecuación de las salas a las nuevas necesidades técnicas y museográficas, y su redecoración.

– Asignación de nuevos espacios. La sala 12 sigue siendo, como desde 1899, el lugar principal que acoge la obra de Velázquez, pero se añaden dos salas (10 y 11) en su zona septentrional, y una (27) en la occidental, mientras que la sala XVI, que exponía los cuadros del Salón de Reinos, se dedica a otros usos. Con esta operación, la colección de Velázquez gana en superficie expositiva y se dispone en un espacio más adecuado a su variedad y características. Además, la expansión hacia el norte y hacia el oeste permitirá (cuando esté completada la reordenación)  enlazar de una manera orgánica la pintura de Velázquez con el discurso sobre la tradición colorista veneciana y flamenca que articulará la galería central, y con el discurso sobre la pintura española del Siglo de Oro que se formará en las salas interiores, paralelas a ésta.

– Las variaciones en las superficies asignadas a Velázquez conllevan un cambio en la disposición de sus obras, y en el discurso a través del cual se organizan. Se han combinado criterios cronológicos y temáticos con la voluntad de que el visitante pueda conocer adecuadamente tanto el estilo que cultivó el artista en los sucesivos periodos de su carrera como la manera en que se enfrentó a los diferentes repertorios narrativos. Las dos salas de carácter cronológico están dedicadas a su etapa naturalista y a su primer viaje a Italia, respectivamente; mientras que las iconográficas tienen como tema la religión, la mitología, los retratos de bufones y la pintura relacionada con la guerra, campos todos ellos en los que se mostró como un artista poderosamente original. La sala 12 se dedica a su producción como retratista de la familia real, que fue la actividad a la que se dedicó de forma preferente desde 1623 hasta su muerte en 1660.

Obras maestras diferenciadas

En la disposición de las salas se ha puesto especial empeño en crear las mejores condiciones para la percepción, el disfrute y la comprensión de la obra de Velázquez, y se ha tratado de dar un tratamiento diferenciado a algunas de sus obras maestras. Así, La fragua de Vulcano o el Cristo crucificado se muestran aislados, presidiendo sendas salas; y se ha buscado una ubicación para Las lanzas (sala 27) que potencia el efecto de perspectiva aérea que tan bien logró el pintor.

Un caso especial en este sentido es el de Las Hilanderas, obra maestra sobre la que se ha actuado en cuatro direcciones distintas: se ha ubicado en una sala dedicada a la pintura mitológica, que es el género al que pertenece; se ha hecho una instalación que oculta los importantes añadidos que se hicieron al lienzo durante el siglo XVIII y que alteraban profundamente la lectura formal de la composición, y, con ello, enmascaraban su contenido narrativo –en esa operación no se ha intervenido sobre la superficie pictórica: simplemente se ha creado una “ventana” por la que sólo asoma lo que pintó Velázquez–; se ha colgado en la misma sala El rapto de Europa de Rubens, que copia una composición de Tiziano que también aparece al fondo del cuadro de Velázquez, y que es crucial para la comprensión del contenido de éste; y se han instalado dos de las esculturas de carácter mitológico vinculadas al segundo viaje del pintor a Roma, al menos una de las cuales llegó a Madrid gracias a su intervención directa.