Según informa The Art Newspaper, el pasado mes de septiembre, el director del Museo Hilliard (Lafayette, Luisiana), Mark Tullos, recibió la visita de un hombre vestido de sacerdote que según le transmitió deseaba donar, en memoria de su difunta madre, una pintura impresionista estadounidense que pretendía ser del artista Charles Courtney Curran, aportando lo que parecían ser pruebas de su procedencia, además de una elaborada historia sobre su familia en Filadelfia y sus patrocinios a diversos museos americanos.
Un sacerdote con un cadillac rojo
Como explicaba el director del Hilliard, el hombre, que se hacía llamar Padre Arthur Scott, se puso en contacto con él por primera vez a través de un escrito realizado en un impreso con el membrete de una iglesia y, posteriormente, por invitación del director, el «padre» Scott realizó una visita al museo. «Se bajó de un Cadillac rojo vestido como un sacerdote, con el alzacuellos y una insignia de la orden. El museo aceptó la pintura, emitió un recibo y el padre Scott nos bendijo a todos en el estacionamiento… y se fue”, comentó Mark Tullos.
El director pidió a la responsable técnica del museo, Joyce Penn, que examinara el cuadro. «Desde el principio, Penn sospechó que algo no iba bien», asegura Tullos, «así que lo trasladó al Departamento de Investigación y lo sometió a la prueba de luz negra». Los blancos de la pintura brillaban sospechosamente, por lo que Penn utilizó un microscopio para examinarlo más de cerca y advirtió los puntos caracteríscos de una reproducción digital sobre la se había pintado y firmado la obra. Tullos admitió que la falsificación era lo suficientemente buena como para lograr engañarle.
Hilando datos…
El descubrimiento del fraude hizo que Joyce Penn recordara un incidente anterior muy similar. Buscando en sus archivos, encontró la foto de un hombre que se hacía llamar Mark Landis –pero que Tullos reconoció como el padre Scott– que también había tratado de donar una obra al Museo de Arte de la Universidad Estatal de Luisiana (LSU) en 2009. En cuanto Tullos comenzó a contactar con los museos, salieron a la luz muchos más casos.
Su búsqueda le llevó hasta Matthew Leininger, quien como registrador del Museo de Arte de Oklahoma había reunido un interesante expediente de diversos intentos de donaciones del tal Mark Landis. Leininger asegura que Landis se convirtió en sospechoso después de que donara a su museo una acuarela de Luis Valtat, que pasó a formar parte de la colección. «Posteriormente trajo cinco obras más: una acuarela de Paul Signac, un óleo sobre tabla de Stanislas Lépine, un autorretrato de Marie Laurencin, un dibujo tipo académico francés de un desnudo y un boceto de Honoré Daumier».
La prueba definitiva
Mientras el museo se estaba preparando para registrar las nuevas piezas recibidas, el equipo de Leininger inició la lógica investigación de las obras, encontrando otro Signac con un sospechoso parecido que había sido donado por las mismas fechas al Museo de Arte del Savannah College of Art and Design (SCAD) de Georgia. El comunicado de prensa enviado por el museo anunciando la donación celebraba haber recibido también «otras obras de Milton Avery y Marie Laurencin, así como un dibujo académico francés en tiza roja», todas ellas donaciones realizadas por Mark Landis en honor a su padre, el difunto Arthur Landis Jr.
Investigadas más a fondo, todas las pinturas reunían las mismas características de falsificación: donde no había pintura, el blanco era muy brillante y bajo el microscopio aparecían los puntos de una reproducción digital. Además, Leininger descubrió la prueba definitiva: la acuarela original de Signac estaba en la colección del Hermitage de San Petersburgo. El Museo de Oklahoma rechazó las obras, incluido el Valtat, que fue considerado como una falsificación y dado de baja en su registro.
Un fraude múltiple
Hasta el momento, Leininger ha encontrado más de 30 museos de EE.UU. que han sido abordados por un hombre que se presenta con los nombres de Mark Landis o Steven Gardiner, aunque, evidentemente, es muy poco probable que alguno de ellos sea su nombre real. En su opinión, todas las obras con las que se ha encontrado «aparentan estar hechas por la misma mano, por supuesto con ligeras variaciones, pero hasta las pinturas utilizadas en las acuarelas parecen haber salido de la misma paleta».
Leininger comenta que ha notificado los hechos a la policía local, al FBI y al IRS, pero que «como en realidad el donante no ha cometido ningún fraude, no sé de lo que le podrían acusar. Todo lo que puedo hacer es que la gente lo sepa». Pero, confiesa, lo que en realidad le gustaría es «reunir todas estas obras de todos los museos afectados por el falsificador, acogerlas en una exposición con su nombre y pedirle que venga a la inauguración como invitado de honor».