El perfil de José Val del Omar (Granada, 1904 – Madrid, 1982) no puede ser adscrito a una actividad demasiado concreta, si bien perteneció a una generación que ha creído en el cine como un arte de pleno derecho. Por otra parte, si se le vincula al medio cinematográfico es como un creador maldito, de obra exigua –al menos en cuanto al metraje que se conserva actualmente–, y como un excéntrico dentro de la cinematografía española.
Exploración tecnológica
Tras participar en la experiencia de las Misiones Pedagógicas republicanas, Val del Omar se dedicó en gran parte a la exploración tecnológica, tanto en aspectos que conciernen al cine y a los retos planteados en su tiempo (cine sonoro, en relieve, en color, en pantalla ancha…) como en otros terrenos que incluyen la electroacústica, la radio, la televisión y las aplicaciones educativas de los medios audiovisuales.
Algunas de sus intervenciones pretendían soluciones prácticas, especialmente en el marco de la depauperada economía de la España de Franco, pero otras se adentraron en la noción de espectáculo total con un instinto visionario insólito, más aún si se tiene en cuenta que muchas de sus ideas al respecto ya las hizo públicas entre 1928 y 1944. Estas incluyen el desbordamiento de la pantalla y la persecución de un cubismo acústico y visual mediante el sonido diafónico, envolvente, y la tactilvisión con sus técnicas basadas en una iluminación pulsatoria, parpadeante. Además, Val del Omar siempre se mantuvo al corriente sobre los últimos medios y tecnologías y llegó a entrever las perspectivas que se abrían con la cibernética, el láser, el vídeo digital y los medios mixtos.
El sin fin
Esta exposición, que ya pasó por el Museo Reina Sofía de Madrid [1], pretende abordar el sin fin de Val del Omar, en alusión al rótulo característico con el que concluyen algunos de los escasos filmes que dejó terminados, pero también a la repercusión de su obra fragmentaria e inconclusa. Una obra de intentos, por acudir a un término que empleó abundantemente y con resignación para referirse a su tenaz actividad en torno a la imagen y su rebosamiento. Un quehacer no tan orientado a un fin como a un constante proceso de exploración que discurrió de la fotografía y el cine a los medios electrónicos, y al presentimiento de una práctica sincrética que designó con la sigla PLAT (Picto Lumínica Audio Táctil). Todo ello sin dejar de remitirse a una cultura de sangre, sobre la que le había iluminado su paisano Federico García Lorca, que hizo compatible con la innovación técnica y con la persecución de unlenguaje de temblores.
Exponer a Val del Omar, por tanto, supone el reto de recoger su huella, sus ideas, más allá de una obra que escapa del sentido habitual y clausurado del término, porque abarca también sus máquinas, los residuos de sus proyectos cercenados o inconclusos, y los escritos, gráficos y collages que reflejan sus desbordantes ideas.
Barcelona. Desbordamiento de Val del Omar. La Virreina Centre de la Imatge [2].
Hasta el 2 de octubre de 2011.