Gracias a las obras de rehabilitación promovidas en el recinto del claustro por parte del Ministerio de Cultura y a la intervención del Museo del Prado para la recuperación y restauración de los 52 lienzos conservados en la actualidad, las pinturas ocupan de nuevo el emplazamiento original en el que permanecieron más de dos siglos desde su creación, antes de que la desamortización de Mendizábal, en 1835, propiciara su dispersión durante casi otras dos centurias.
Proceso de recuperación
El Museo del Prado inició en el año 2000 el proceso de recuperación de la serie pictórica más completa y ambiciosa jamás realizada por Vicente Carducho y pensada para integrarse en el claustro mayor de la cartuja del Paular. Con esa larga intervención se ha conseguido terminar con el deterioro material del conjunto, al tiempo que se han recuperado los formatos originales de los lienzos, rematados en arco de medio punto para poder adaptarse a la arquería gótica del claustro. Las 52 obras vuelven a reintegrarse en los más de 40 metros que conforman las galerías o pandas sur, oeste, norte y este del recinto.
Este dilatado proceso concluye con el regreso del conjunto al claustro principal de la cartuja, recientemente rehabilitado para este fin a iniciativa de la Dirección General de Bellas Artes, restableciéndose así la secuencia narrativa de una de las colecciones de pintura histórica más importante de Europa, dispersa, hasta ahora, en diferentes museos e instituciones españolas.
Una de las intervenciones más complejas se llevó a cabo en El éxtasis de Jean Birelle, pintura que presentaba amplias zonas de pérdidas cromáticas que sólo en parte se han recuperado, gracias al boceto preparatorio del lienzo que se encuentra en el Musée du Louvre.
Restauración y conservación
Para recibir las obras de Carducho y garantizar su futura conservación, el claustro ha sido objeto de un ambicioso proyecto de restauración y musealización que se enmarca dentro del Plan Director del Paular que desde 1996 gestiona y financia la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales a través del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE). El monasterio de Santa María de El Paular pertenece al Estado desde 1876. En el año 2014 concluye el convenio de cesión del usufructo a la orden benedictina, que se firmó en 1954 por 30 años y se renovó en 1984 por otros tantos. El Ministerio de Cultura está trabajando en una propuesta de gestión integral del conjunto que presentará próximamente.
Desde 1978, su conservación fue asumida por el Ministerio de Cultura, a través del IPCE. Uno de los objetivos del Plan Director elaborado en 1996 era la restauración y adecuación del claustro, que ha sido dirigida por el arquitecto Eduardo Barceló. Otras actuaciones en el monasterio dentro del plan director han consistido en la conservación de biblioteca, celdas, molino y restos arqueológicos, y LA restauración de cubiertas, sacristía, sillería del coro, retablo mayor y portada.
Inversión de 15 millones
Todas estas actuaciones suponen una inversión total de 11.461.884 euros, de los que 7 millones se han invertido desde 2004. Todo ello a cargo del presupuesto de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales. Si se suma la inversión realizada por el Museo del Prado, la cantidad final invertida por el Ministerio de Cultura asciende a 12.131.884 euros.
La Comunidad de Madrid ha realizado también en el monasterio diferentes actuaciones entre 1998 y 2007, tanto en la obra arquitectónica como en el patrimonio mueble, por un importe en torno a los 3 millones de euros, que han complementado las realizadas por Cultura.
Las 52 grandes obras de esta serie que se conservan en la actualidad (todas excepto dos, desaparecidas en Tortosa durante la Guerra Civil española) pertenecen a las colecciones del Museo del Prado. Los lienzos se encontraban depositados en diferentes instituciones y edificios históricos. Desde el año 2002, el museo los ha ido restaurando y reuniendo con el fin de devolver la integridad a la serie y al claustro. La restauración ha tenido un coste de 770.000 euros.
Entre las 52 obras de la serie, destacan San Bruno despide a San Hugo, en la que se aprecia especialmente la maestría de Carducho a la hora de pintar el hábito cartujano; La muerte de San Bruno, donde el artista refleja la considerada forma ideal de fallecimiento para un cartujo, sobre el suelo y no sobre el lecho; o La muerte del venerable Odón de Novara, en la que Carducho se autorretrata en la parte izquierda del lienzo.
Vicente Carducho en El Paular
Vicente Carducho (c.1576-1638) fue el encargado de narrar la historia de los cartujos, una orden monástica de origen medieval, y su fundador, san Bruno. Era el pintor más respetado y prestigioso de la corte madrileña, el más capaz para acometer un trabajo de tal complejidad donde se requería diseñar composiciones de semejante tamaño y dificultad, y demostrar domino del espacio, capacidad narrativa, manejo de numerosas figuras, exposición de sentimientos y gestualidad, así como el empleo de un colorido que diera amenidad a toda la serie. Todos estos aspectos definían lo que en el siglo XVII alcanzaba la máxima consideración: la pintura de historia.
El 29 de agosto de 1626, Vicente Carducho firmó el contrato para acometer este magnífico repertorio pictórico, exponente de la pintura religiosa e histórica del Barroco, sobre la orden de los cartujos: 54 lienzos de grandes dimensiones (3,45 x 3,15 m) pensados para decorar las galerías del claustro mayor de la cartuja levantada bajo el patrocinio de Juan I de Castilla en el siglo XIV. El favor real se mantuvo durante el reinado de Felipe IV, y así quedaba reflejado en el encargo pictórico, que incluía, además de la serie, los escudos de la orden y del propio monarca en forma de tondo para jalonar el acceso al claustro, ambos desaparecidos. La serie se realizó entre 1626 y 1632, tras un laborioso proceso creativo que conllevó la elaboración de numerosos dibujos y bocetos y la participaron de algunos ayudantes del pintor.
Las 52 telas que han llegado hasta nuestros días –tras la desaparición de los escudos y las dos obras depositadas en Tortosa– se dividen en dos grupos: los 27 primeros ilustran la vida del fundador, san Bruno de Colonia (1035-1101), desde el momento mismo en que decide abandonar la vida pública y retirarse a la Grande Chartreuse, hasta su muerte y primer milagro. El segundo grupo está dedicado a los hechos más notables de los cartujos en diferentes ámbitos geográficos de Europa, un recorrido por los siglos XI al XVI que muestra el impulso fundacional de la orden, y los tópicos sobre la misma: el retiro en paisajes solitarios de gran belleza, la vida de humildad, mortificación y penitencia, dedicada al estudio y la oración. El ciclo se cierra además con escenas ‘heroicas’, la persecución y el martirio padecidos por algunas comunidades cartujanas en los siglos XV y XVI, unas imágenes que pretendían reforzar la fe de los cartujos, al tiempo que proyectaban los conflictos religiosos y territoriales de la Europa del momento. Por lo demás, la serie refleja bien la característica religiosidad del Barroco, marcada por la oración, el martirio, los milagros y las visiones extáticas.