Desde finales de los 80, Muniz trabaja y vive en Nueva York. Comenzó su carrera como escultor y la necesidad de documentarse con fotografías para hacer su trabajo le llevó a cambiar de medio de expresión artística. Moviéndose continuamente entre diferentes disciplinas como el dibujo o la escultura, el artista traslada la inquietud que siente al enfrentarse a la delgada línea que separa lo real de la ficción. La reproducción de imágenes de conocidas obras clásicas, rostros famosos o simplemente personas anónimas en escenas cotidianas, empleando materiales nada convencionales, hacen que sea un artista único en el arte contemporáneo actual.
Tener en cuenta todo
En su trabajo hay que tener en cuenta el contexto, el entorno y la forma en la que su obra llega al público. El artista ha plasmado iconos reconocidos del arte actual y obras clásicas con una mirada diferente, incluso que llega a engañar al espectador: desde cierta distancia, la imagen representa obras de arte o rostros de personalidades conocidas, pero a medida que el espectador se acerca descubre el material del que están hechos, los detalles reflejados, y si bien en alguna ocasión no reproduce fielmente la imagen original, el espectador la reconoce a la perfección, con el ingrediente sorpresa de descubrir de qué está hecho, como Narcisus (2006), lienzo original de Caravaggio, pero representado con basura y trastos viejos.
El artista brasileño maneja como nadie la ilusión óptica. Ante su trabajo se aprecia una propuesta diferente y otra perspectiva de reinterpretar el arte. El ingrediente de denuncia social está también presente. Los materiales no son escogidos por casualidad o porque puedan encajar visualmente mejor en el resultado final. Al crear rostros de estrellas de Hollywood con diamantes (Elizabeth Taylor, 2004) se deduce una intención por hacer eternas a determinadas personas famosas. Algo similar ocurre cuando trabaja con azúcar (Valentina, The Fastest, 1996) y los niños de las plantaciones, o al representar a personalidades brasileñas que aparecen a diario en las revistas de sociedad, incluyéndose a sí mismo (Self Portrait, 2003) con trozos de papel de estas publicaciones. El empleo de polvo acumulado en las salas expositivas de los museos, salsa de tomate o chocolate son otros recursos empleados en su obra debidamente contextualizados.
Investigación visual
Vik Muniz ha llevado a cabo un gran trabajo de investigación visual. A veces con series cerradas y otras abiertas en las que no sabe cómo acabar. En su investigación, el artista persigue encontrar señas de identidad que coincidan en los distintos puntos de vista que aporta su obra. Vivir en el extrarradio de una gran ciudad le hizo desarrollar su forma de entender el arte. Canalizó su creatividad fabricándose sus propios juguetes y dibujando ilustraciones de los temas que explicaban sus profesores en clase. Su habilidad para dibujar le permitió ganar una beca con 14 años para estudiar dibujo. Posteriormente, tras no poder estudiar Psicología, Muniz se licenció en Comunicación en la rama de Publicidad. De hecho, su primer trabajo lo llevó a cabo en el medio publicitario. En Estados Unidos, el artista desarrolló su capacidad artística en el ambiente de Nueva York en los años 80.
Vik Muniz colaboró en 2010 en el documental Waste Land dirigido por Lucy Walker, que contó con su trabajo en el vertedero más grande del mundo, Jardim Gramacho, en las afueras de Río de Janeiro. El filme fue nominado para el Oscar a la Mejor Película Documental.
Málaga. Vik Muniz. Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC).
Del 4 de septiembre al 2 de diciembre de 2012.